El humo del
cigarrillo posado sobre el cenicero era el único movimiento en la
habitación 312 del hotel Carlton cuando Juan entró. El reloj de
pared marcaba las diez de la noche y la entrevistadora, sentada en
una de las dos butacas negras junto a la ventana, leía su libro. La
estancia grande y lujosa, como correspondía a sus éxitos, era el
lugar idóneo para aquella única entrevista que iba a conceder. El
olor del aire empezaba a viciarse por el humo del tabaco, así que
pidió abrir la ventana y una suave ráfaga de aire dio comienzo a la
entrevista cuando se sentó en la butaca opuesta.
- Buenas noches Juan, quería comunicarle en mi nombre y en de la revista el honor que supone que nos conceda esta entrevista – Comenzó la entrevistadora, pero Juan enseguida le corto.
- Por favor, vamos a hacer esto mucho más ameno, charlemos de tu a tu, ¿Me das un cigarrillo? - dijo fiel a su carácter cercano.
Hablaron largo y
tendido de su espectacular carrera periodística, repasaron sus años
de corresponsal en el extranjero, sus los libros publicados y hasta
el ejemplo que suponía su extensa trayectoria para las nuevas
generaciones. La conversación fue distendida y jocosa hasta que tocó
hablar de su padre. En ese momento la entrevista se torno seria, no
le molestaba hablar del tema, pero siempre lo hacía con mucho
respeto.
***
Las ruedas del
todoterreno avanzaban a gran velocidad sobre la arena pálida y fina
del desierto de Rub
al-Jali. Allí Pedro, disfrutaba
de sus vacaciones en Arabia, la arena estaba ya en todas los
recovecos, no solo de su cuerpo, sino también de su equipaje. Las
diez de la mañana, el convoy de dos vehículos conducía al grupo de
turistas a visitar las, según el guía, más alucinantes ruinas que
habrían visto en la vida. Según él buscaban la ciudad perdida de
Iram la de los pilares. No obstante, Pedro dudaba de aquel guía
fanfarrón ya que había leído sobre dicha ciudad mentada en el
Corán, pero nadie podía asegurar con aquella certeza que existía
en realidad, por eso le llamaban la ciudad perdida, una especie de
Atlantida de las arenas. Estaba engañandoles muy posiblemente,
intuyó que se trataba de alguna engañifa para llevar turistas donde
ellos no querrían ir. No era muy cómodo aquel coche, pero no
buscaba comodidad, le encantaba viajar y escribir aquellos diarios de
viaje, que conocían muy pocas personas, pero que para él eran
verdaderas reliquias. Algún día tenía pensado publicarlos y dar a
conocer al mundo todas sus aventuras. De repente el primer
todoterreno frenó en seco y ellos, en el segundo, casi chocan tras
un frenazo muy brusco. Había un camello muerto delante del convoy,
en medio del camino y les impedía seguir adelante. Un disparo, todo
el mundo al suelo, la señora alemana que viajaba con él comenzó a
gritar, los agentes de seguridad que habían contratado sacaron sus
armas. Tres coches se acercaron a toda velocidad en dirección
opuesta y pararon bruscamente delante del camello. Los agentes de
seguridad apuntaron con sus armas a los vehículos cuando otros tres
coches se acercaron por detrás. Estaban rodeados. Al menos quince
hombres armados salieron de los vehículos gritando y apuntando con
sus armas al convoy. No hubo resistencia, no tenía ninguna
posibilidad, pues eran tres guardias de seguridad con cuatro turistas
asustados contra quince hombres armados.
Les hicieron
caminar por el desierto hasta un campamento oculto. Un lugar
sencillo, como improvisado, puesto allí para ser desmontado
rápidamente, unas lonas viejas y roidas sobre palos hacían de
haimas donde pasaron la noche en cautiverio. Nadie durmió nada,
estaban constantemente vigilados, los antes compañeros de viaje de
Pedro se agolpaban unos contra otros buscando protección para sus
temblorosos cuerpos, y nadie en el exterior sabría que estaban
secuestrados. Pedro tuvo mucho tiempo par dominar sus nervios,
comenzó terriblemente asustado y bloqueado, y una vez le hubieron
llevado al campamento tuvo tiempo de racionalizar sus sensaciones,
tomo valor para hacer frente a aquella situación. Tenía que
hacerlo, por su hijo, por su mujer, aunque no le habían acompañado
en ese viaje por los compromisos de ella, eran lo que más quería en
ese mundo. Necesitaba ver crecer a su hijo, compartir sus sueños y
desventuras, apoyarle en aquello que él quisiese conseguir, luchar
por que encontrase una vocación en la vida que le hiciese feliz y
transmitirle su amor por los viajes y la escritura. Le dio fuerzas
para mantenerse concentrado y superar sus miedos y en un rato fue
consciente que tendrían que salir de allí por sus propios medios.
No podía fallar a su hijo. Hizo frio aquella madrugada, y entonces
fue cuando un agente de seguridad comenzó a moverse lentamente en la
penumbra, intentaba quedar fuera de la visión de los secuestradores.
Pedro dudó, pero era la primera y quizá única oportunidad que
tendría de salir de aquel infierno.
***
- ¿Cúal fue la primera noticia que recibisteis?
- Sonó el teléfono en casa, cogió mi madre, y al otro lado un funcionario del ministerio de exteriores le informó de que había indicios de que Pedro, su marido, podría haber sido secuestrado en su viaje, y que mandarían un coche para llevarnos a la sede del ministerio. - Juan continuó relatando aquellas impactantes primeras noticias – Una vez allí ya nos contaron más detalles. El encargado de seguridad del viaje, Hicham, había acudido esa mañana a primera hora para informar de que el convoy había sido atacado por un grupo armado.
***
Mientras tanto en
la embajada Hicham recibió una comunicación, uno de sus guardias
había conseguido un teléfono, salir a escondidas del campamento y
había llevado consigo a uno de los turistas. Ahí se cortó la
comunicación. Enseguida se pusieron a trabajar, el primer paso
estaba dado, pero aun quedaba lo más complicado, sacarles de aquel
desierto. El plan del agente a quien pusieron al mando de la
operación de rescate, consistía en que ambos llegasen por sus
propios medios y con la ayuda telefónica a un pueblo cercano donde
enviarían a un equipo capitaneado por Hicham, amplio conocedor de la
zona y sus gentes, para traerles de vuelta. Con una operación de
militares extranjeros en la zona no podrían adentrarse en el
desierto, no enfrentándose a unos terroristas que conocían muy bien
terreno y contaban con el apoyo de la población local. Segunda
llamada, esta vez era Pedro, asustado, jadeante, muy nervioso.
- ¡Le han disparado! Creo que esta muero, los tengo encima, me van a encontrar.
- Pedro, estoy al mando de la operación de rescate, tenemos un plan para sacarle de ahí, pero necesito que se calme, que se concentre y siga mis instrucciones.
- Rápido, ¿Qué hago?
- Pedro, ya es mediodía, avanzar ahora es muy complicado, busque rapido un sitio donde esconderse, no le encontraran, y espere a la oscuridad para avanzar. Ahora apague el teléfono y cuando este oscuro vuelva a llamar y le daremos instrucciones.
Así lo hizo y tras
oscurecer volvió a comunicarse con la embajada. Tenía la fuerza y
concentración necesaria para lograrlo, pero sus fuerzas empezaban a
escasear, y los secuestradores no cejaban en el empeño de
encontrarle, de vez en cuando les oía. Le aterraba la idea que le
encontrasen.
- Pedro, un grupo de apoyo le esta esperando en un poblado que debería estar al sur de su posición, según las informaciones de la agencia de seguridad debería estar a dos kilómetros, camine y cuando llegue al poblado busque el bazar de Hicham, es nuestro enlace allí y él te sacará.
- De acuerdo
Avanzó en el
noche, estaba agotado y hambriento, pero parecía que por fin aquella
macabra experiencia iba a acabar.
***
Encendieron otro
par de cigarrillos, la hora de tiempo que habían pactado para la
entrevista ya había terminado, pero la periodista quería terminar
aquella historia y Juan estaba dispuesto a recordarlo todo, su padre
le había enseñado mucho de lo que sabía y le había dado la
vocación de contar, por él se había hecho periodista:
- Nos mantenían informados desde la embajada de que mi padre había escapado y que iba a ser evacuado en breves instantes. Por fin pudimos respirar tranquilos. Estábamos preocupados por el resto de rehenes, pero mi madre por fin se sentó aliviada en un sillón de la sala.
- ¿Cuál fue la siguiente noticia que tuvieron de Pedro?
- No hubo más noticias, no en aquella noche.
***
Pedro entró en el
bazar de Hicham, vió a Hicham, se relajo, lloró, toda la tensión
que había soportado en las últimas treinta y seis horas le hizo
caer sobre sus rodillas delante de Hicham derrotado, exhausto, pero
contento de haber salido con vida de aquel infierno. Hicham le miró,
sacó una foto del bolsillo interior de su cazadora. Coincidía, era
el hombre que estaba esperando, recogió su arma y disparó a Pedro
en la cabeza.
***
- El resto del equipo de extracción estuvo esperando a mi padre y a la persona que había ido a buscarle al pueblo, pero nunca aparecieron. Hicham tenía ordenes de sus jefes de eliminar a mi padre, de no dejar que escapase, nos traicionó.
- ¿Cómo te afecto el asesinato de tu padre?
- Los primeros días sentí mucha rabia, quería ir allí, buscar a Hicham, y matarlo, tracé un plan para hacerlo. Estaba lleno de odio, no entendía como alguien podía realizar un acto tan mezquino, como se podía arrebatar una vida de forma tan ligera, sin remordimientos, sin el más mínimo atisbo de humanidad en su ser. El psicólogo me ayudo a canalizar la ira, pero no puedo perdonar lo que hicieron a mi padre.
- ¿Y cómo influyó en tu carrera?
- Fue el punto que me hizo decidirme. Cuando nos trajeron sus pertenencias pude leer todos sus artículos, eran extraordinarios, muy cultivados, llenos de aprendizaje, de vivencias, transmitían las ganas de conocer el mundo que él tenía. La verdad es que se expresaba mejor a través de sus textos que de palabra. De ahí surgió mi vocación de escribir, leyendo todos aquellos relatos, que cumpliendo su sueño, publiqué con su nombre. Y de su trágica muerte canalicé una rabia que me ha llevado a lo largo de mi vida a querer descubrir las verdades allá donde se ocultan y sacarlas a la luz. Así que el día que mi hijo publique mis artículos el mundo será un lugar algo mejor que el que conoció mi padre.