lunes, 25 de abril de 2016

Vocación

           El humo del cigarrillo posado sobre el cenicero era el único movimiento en la habitación 312 del hotel Carlton cuando Juan entró. El reloj de pared marcaba las diez de la noche y la entrevistadora, sentada en una de las dos butacas negras junto a la ventana, leía su libro. La estancia grande y lujosa, como correspondía a sus éxitos, era el lugar idóneo para aquella única entrevista que iba a conceder. El olor del aire empezaba a viciarse por el humo del tabaco, así que pidió abrir la ventana y una suave ráfaga de aire dio comienzo a la entrevista cuando se sentó en la butaca opuesta.
  • Buenas noches Juan, quería comunicarle en mi nombre y en de la revista el honor que supone que nos conceda esta entrevista – Comenzó la entrevistadora, pero Juan enseguida le corto.
  • Por favor, vamos a hacer esto mucho más ameno, charlemos de tu a tu, ¿Me das un cigarrillo? - dijo fiel a su carácter cercano.
          Hablaron largo y tendido de su espectacular carrera periodística, repasaron sus años de corresponsal en el extranjero, sus los libros publicados y hasta el ejemplo que suponía su extensa trayectoria para las nuevas generaciones. La conversación fue distendida y jocosa hasta que tocó hablar de su padre. En ese momento la entrevista se torno seria, no le molestaba hablar del tema, pero siempre lo hacía con mucho respeto.

***

            Las ruedas del todoterreno avanzaban a gran velocidad sobre la arena pálida y fina del desierto de Rub al-Jali. Allí Pedro, disfrutaba de sus vacaciones en Arabia, la arena estaba ya en todas los recovecos, no solo de su cuerpo, sino también de su equipaje. Las diez de la mañana, el convoy de dos vehículos conducía al grupo de turistas a visitar las, según el guía, más alucinantes ruinas que habrían visto en la vida. Según él buscaban la ciudad perdida de Iram la de los pilares. No obstante, Pedro dudaba de aquel guía fanfarrón ya que había leído sobre dicha ciudad mentada en el Corán, pero nadie podía asegurar con aquella certeza que existía en realidad, por eso le llamaban la ciudad perdida, una especie de Atlantida de las arenas. Estaba engañandoles muy posiblemente, intuyó que se trataba de alguna engañifa para llevar turistas donde ellos no querrían ir. No era muy cómodo aquel coche, pero no buscaba comodidad, le encantaba viajar y escribir aquellos diarios de viaje, que conocían muy pocas personas, pero que para él eran verdaderas reliquias. Algún día tenía pensado publicarlos y dar a conocer al mundo todas sus aventuras. De repente el primer todoterreno frenó en seco y ellos, en el segundo, casi chocan tras un frenazo muy brusco. Había un camello muerto delante del convoy, en medio del camino y les impedía seguir adelante. Un disparo, todo el mundo al suelo, la señora alemana que viajaba con él comenzó a gritar, los agentes de seguridad que habían contratado sacaron sus armas. Tres coches se acercaron a toda velocidad en dirección opuesta y pararon bruscamente delante del camello. Los agentes de seguridad apuntaron con sus armas a los vehículos cuando otros tres coches se acercaron por detrás. Estaban rodeados. Al menos quince hombres armados salieron de los vehículos gritando y apuntando con sus armas al convoy. No hubo resistencia, no tenía ninguna posibilidad, pues eran tres guardias de seguridad con cuatro turistas asustados contra quince hombres armados.

               Les hicieron caminar por el desierto hasta un campamento oculto. Un lugar sencillo, como improvisado, puesto allí para ser desmontado rápidamente, unas lonas viejas y roidas sobre palos hacían de haimas donde pasaron la noche en cautiverio. Nadie durmió nada, estaban constantemente vigilados, los antes compañeros de viaje de Pedro se agolpaban unos contra otros buscando protección para sus temblorosos cuerpos, y nadie en el exterior sabría que estaban secuestrados. Pedro tuvo mucho tiempo par dominar sus nervios, comenzó terriblemente asustado y bloqueado, y una vez le hubieron llevado al campamento tuvo tiempo de racionalizar sus sensaciones, tomo valor para hacer frente a aquella situación. Tenía que hacerlo, por su hijo, por su mujer, aunque no le habían acompañado en ese viaje por los compromisos de ella, eran lo que más quería en ese mundo. Necesitaba ver crecer a su hijo, compartir sus sueños y desventuras, apoyarle en aquello que él quisiese conseguir, luchar por que encontrase una vocación en la vida que le hiciese feliz y transmitirle su amor por los viajes y la escritura. Le dio fuerzas para mantenerse concentrado y superar sus miedos y en un rato fue consciente que tendrían que salir de allí por sus propios medios. No podía fallar a su hijo. Hizo frio aquella madrugada, y entonces fue cuando un agente de seguridad comenzó a moverse lentamente en la penumbra, intentaba quedar fuera de la visión de los secuestradores. Pedro dudó, pero era la primera y quizá única oportunidad que tendría de salir de aquel infierno.

***

  • ¿Cúal fue la primera noticia que recibisteis?
  • Sonó el teléfono en casa, cogió mi madre, y al otro lado un funcionario del ministerio de exteriores le informó de que había indicios de que Pedro, su marido, podría haber sido secuestrado en su viaje, y que mandarían un coche para llevarnos a la sede del ministerio. - Juan continuó relatando aquellas impactantes primeras noticias – Una vez allí ya nos contaron más detalles. El encargado de seguridad del viaje, Hicham, había acudido esa mañana a primera hora para informar de que el convoy había sido atacado por un grupo armado.
***

           Mientras tanto en la embajada Hicham recibió una comunicación, uno de sus guardias había conseguido un teléfono, salir a escondidas del campamento y había llevado consigo a uno de los turistas. Ahí se cortó la comunicación. Enseguida se pusieron a trabajar, el primer paso estaba dado, pero aun quedaba lo más complicado, sacarles de aquel desierto. El plan del agente a quien pusieron al mando de la operación de rescate, consistía en que ambos llegasen por sus propios medios y con la ayuda telefónica a un pueblo cercano donde enviarían a un equipo capitaneado por Hicham, amplio conocedor de la zona y sus gentes, para traerles de vuelta. Con una operación de militares extranjeros en la zona no podrían adentrarse en el desierto, no enfrentándose a unos terroristas que conocían muy bien terreno y contaban con el apoyo de la población local. Segunda llamada, esta vez era Pedro, asustado, jadeante, muy nervioso.
  • ¡Le han disparado! Creo que esta muero, los tengo encima, me van a encontrar.
  • Pedro, estoy al mando de la operación de rescate, tenemos un plan para sacarle de ahí, pero necesito que se calme, que se concentre y siga mis instrucciones.
  • Rápido, ¿Qué hago?
  • Pedro, ya es mediodía, avanzar ahora es muy complicado, busque rapido un sitio donde esconderse, no le encontraran, y espere a la oscuridad para avanzar. Ahora apague el teléfono y cuando este oscuro vuelva a llamar y le daremos instrucciones.
          Así lo hizo y tras oscurecer volvió a comunicarse con la embajada. Tenía la fuerza y concentración necesaria para lograrlo, pero sus fuerzas empezaban a escasear, y los secuestradores no cejaban en el empeño de encontrarle, de vez en cuando les oía. Le aterraba la idea que le encontrasen.
  • Pedro, un grupo de apoyo le esta esperando en un poblado que debería estar al sur de su posición, según las informaciones de la agencia de seguridad debería estar a dos kilómetros, camine y cuando llegue al poblado busque el bazar de Hicham, es nuestro enlace allí y él te sacará.
  • De acuerdo
          Avanzó en el noche, estaba agotado y hambriento, pero parecía que por fin aquella macabra experiencia iba a acabar.
***
          Encendieron otro par de cigarrillos, la hora de tiempo que habían pactado para la entrevista ya había terminado, pero la periodista quería terminar aquella historia y Juan estaba dispuesto a recordarlo todo, su padre le había enseñado mucho de lo que sabía y le había dado la vocación de contar, por él se había hecho periodista:
  • Nos mantenían informados desde la embajada de que mi padre había escapado y que iba a ser evacuado en breves instantes. Por fin pudimos respirar tranquilos. Estábamos preocupados por el resto de rehenes, pero mi madre por fin se sentó aliviada en un sillón de la sala.
  • ¿Cuál fue la siguiente noticia que tuvieron de Pedro?
  • No hubo más noticias, no en aquella noche.

***

          Pedro entró en el bazar de Hicham, vió a Hicham, se relajo, lloró, toda la tensión que había soportado en las últimas treinta y seis horas le hizo caer sobre sus rodillas delante de Hicham derrotado, exhausto, pero contento de haber salido con vida de aquel infierno. Hicham le miró, sacó una foto del bolsillo interior de su cazadora. Coincidía, era el hombre que estaba esperando, recogió su arma y disparó a Pedro en la cabeza.

***

  • El resto del equipo de extracción estuvo esperando a mi padre y a la persona que había ido a buscarle al pueblo, pero nunca aparecieron. Hicham tenía ordenes de sus jefes de eliminar a mi padre, de no dejar que escapase, nos traicionó.
  • ¿Cómo te afecto el asesinato de tu padre?
  • Los primeros días sentí mucha rabia, quería ir allí, buscar a Hicham, y matarlo, tracé un plan para hacerlo. Estaba lleno de odio, no entendía como alguien podía realizar un acto tan mezquino, como se podía arrebatar una vida de forma tan ligera, sin remordimientos, sin el más mínimo atisbo de humanidad en su ser. El psicólogo me ayudo a canalizar la ira, pero no puedo perdonar lo que hicieron a mi padre.
  • ¿Y cómo influyó en tu carrera?
  • Fue el punto que me hizo decidirme. Cuando nos trajeron sus pertenencias pude leer todos sus artículos, eran extraordinarios, muy cultivados, llenos de aprendizaje, de vivencias, transmitían las ganas de conocer el mundo que él tenía. La verdad es que se expresaba mejor a través de sus textos que de palabra. De ahí surgió mi vocación de escribir, leyendo todos aquellos relatos, que cumpliendo su sueño, publiqué con su nombre. Y de su trágica muerte canalicé una rabia que me ha llevado a lo largo de mi vida a querer descubrir las verdades allá donde se ocultan y sacarlas a la luz. Así que el día que mi hijo publique mis artículos el mundo será un lugar algo mejor que el que conoció mi padre.


miércoles, 27 de enero de 2016

La fiesta

   Sahira entreabrió los ojos, estaba tumbada sobre su cama casi sin deshacer, se había acostado muy cansada la noche anterior, la fiesta de cumpleaños le había dejado exhausta. El rayo de luz solar que entraba por la ventana le molestaba sobremanera y dejaba a la vista una habitación oscura, con aire místico, casi embrujado. Todo estaba en su sitio, menos la ropa de la noche anterior, como siempre que volvía de un evento así últimamente, estaba hecha un ovillo en una esquina, manchada, siempre se ensuciaba más de la cuenta, pero no le preocupaba, más bien lo veía como una muestra de que había sido una noche provechosa.

   Dahia llevaba todo el día ilusionada con la fiesta de cumpleaños que le habían invitado, sobre todo por que se iba a reunir con amigos que no veía desde hace mucho tiempo, una de ellas, que no la única, era Sahira, su amiga de la infancia, hacia mucho tiempo que no coincidía con ella y últimamente no habían hablado mucho. Pero su relación cuando eran pequeñas había sido de mejores amigas, de prometer que se protegerían siempre, pero ya se sabe, eran cosas de crías, con la edad la vida les había separado. Fue entonces cuando sonó el móvil, era Sahira, sintió una ilusión fuerte al ver el nombre en el teléfono y se aceleró a contestar.
  • Hola Dahia, cuanto tiempo, ¿Cómo estas? Cuéntame que es de tu vida. - Comenzó Sahira la conversación con mucha alegría.
  • Pues muy bien, bueno, por donde podría empezar a contarte, ¿Nos vemos esta noche, no? Tendremos tiempo de hablar y ponernos al día.
  • Por eso te llamaba Dahia – interrumpió ya con menos entusiasmo Sahira – no creo que vaya a la fiesta, no tengo muchas ganas de ver a toda esa gente, me lo estoy pensando mucho.
  • Pero ¿Qué dices? Va a ser fantástica, todo el mundo va a ir, ¿Cómo vas a faltar? ¿Estas hablando en serio?
  • Si Dahia, amiga, no deberíamos ir.
  • Pues yo voy a ir Sahira, y me molesta lo que me estas diciendo. - Respondió ya inquieta
  • En serio, hazme caso Dahia, podemos hacer un plan tu y yo por otro lado, hay una obra en el teatro genial, he leído en el periódico que el actor principal esta de muerte en su papel. ¿No te parece mejor plan?
  • Yo quiero ir a la fiesta, si tu no quieres no vengas, pero es el mejor plan para hoy, y además tengo muchas ganas de ver a todos. Incluida a ti.

   Dahia comenzaba a mosquearse con la actitud de su amiga. ¿Por que no quería ir a la fiesta?¿Y por que no quería que fuese ella? Colgó el teléfono cabreada, pero un mal día de su amiga no iba a echar al traste la felicidad que le producía la idea de ir a la fiesta. Decidió que quedaría con ella mañana para preocuparse por lo que le podría pasar, por una vez que tenían un evento social interesante no lo iba a dejar pasar, seguro que Sahira lo entendería, siempre se habían entendido.

   Llego la noche, el lugar de la fiesta era perfecto, una casa apartada, con encanto y un embrujo muy propio para una noche como aquella. Y el tiempo acompañaba, al retirarse las nubes el lugar quedaba iluminado con la luz de la luna llena, corría una suave brisa y el olor a incienso, leve y agradable salía de las estancias interiores. Cuando Dahia llegó, saludó a varios amigos y conocidos que charlaban en el porche anterior, buscaba con la mirada a Sahira, la intuición ahora le decía que tal vez apareciera. Entró en la casa, era enorme, muchas estancias, muchas salas donde crear ambientes diferentes, cada uno que hiciese lo que quisiera en la sala que quisiera. Había bastante gente, entre la multitud surgió un antiguo novio del instituto, se alegró de verle, charlaron, bebieron, bailaron, cambio de pareja, su compañera de pellas en el colegio, que ahora tenía un puesto importante en una buena empresa, pasaron las horas, los chicos del equipo de fútbol del pueblo, seguían igual, con las mismas bromas de la adolescencia, pero no vio a Sahira. Salió su nombre en una conversación, alguien dijo que le había visto en la fiesta. La ilusión de verla volvió a Dahia. Fue en su busca, dió una vuelta por el oscuro patio trasero, donde alguna pareja ya intimaba, pero no estaba, se le ocurrió preguntar por ella, pero de repente no encontró a nadie conocido cerca, entró de nuevo en la casa, ni el novio del instituto, ni su compañera de pellas, ni los chicos del fútbol, no estaban allí, ¿Se habrían ido sin avisar? Salió a la puerta, pero los coches seguían allí, no se habían ido, dió un rodeo a ver si se los encontraba, pero nada. Se había despistado un momento y todos sus conocidos habían desaparecido de la fiesta, solo quedaba gente desconocida. Primero se enfado, pensó que se habían escondido sin decirle nada, además no encontraba tampoco a Sahira. Volvió a entrar en la casa a esperarles con el resto de la gente, y al abrir la puerta fue su sorpresa, allí no había nadie, el incienso seguía encendido, la música sonando, pero nadie por allí. Cruzó la estancia y salió al patio trasero por si habrían salido a observar la electrizante luna llena, ni siquiera estaba allí la pareja que antes se había cruzado. El enfado se convirtió en miedo, ¿Estaba sola en aquella casa perdida? Había desaparecido todo el mundo en cuestión de un momento. Entró corriendo, encendió la luz y, en ese preciso instante, escuchó un ruido que venía del piso superior, se apresuró a subir las escaleras, ya imagino lo que pasaba, se han escondido para darle una sorpresa al chico del cumpleaños y ella tan despistada dando una vuelta no se percató. Abrió la puerta de la primera habitación y allí no había nadie, le parecía una idea genial esperar al chico escondidas, abrió la segunda puerta, y ya por fin les encontró, estaban todos allí, incluida Sahira.

   Tras un rato observando ropa sucia, echa un ovillo, recordó a Dahia, debía encontrarla, resolver todo lo que había quedado sin explicación el día anterior. Cogió el coche, y condujo hasta su casa, llamo al timbre pero nadie respondió. No estaba allí. Llamó al móvil pero nadie respondió tampoco. Se comenzó a preocupar, quizá seguía en la casa de la fiesta. Condujo rauda hacia el lugar, pero antes de llegar encontró a alguien en la parada del autobús escondido tras un banco. Era Dahia, se habría quedado dormida esperando al bus de vuelta a casa.
  • Dahia! ¿Has pasado la noche aquí?
   Dahia se despertó de un salto, estaba asustada, le aterraba la visión de su amiga, intentó huir, pero acabó acorralada en un rincón. Sahira se acercó, le abrazó y le tranquilizó. Ya estaba menos asustada, ahora parecía confusa.
  • ¿Qué te pasa Dahia? ¿Por qué me tienes miedo?
  • Yo, te vi ayer, vi lo que hiscíste, vete de aquí. - Dijo Dahia titubeando, sin fuerza
  • Te has debido de quedar dormida mientras esperabas al autobús. Te llevo a casa.
  • Parecían todos muertos, tu los habías matado. Vete de aquí, a mi no me vas a hacer lo mismo, eres una bruja.
  • ¿Qué dices? No digas tonterías anda, has debido tener un mal sueño.
  • Pero, yo abrí la puerta de la habitación, y estaban todos tirados en el suelo, ninguno se movía, y tu estabas acabando con el último, estabas sobre él, y le absorbías la vida, eres una bruja.
  • Dahia! Reacciona!, tu me conoces, ayer bebimos mucho, y la fiesta se desfasó un poco, pero cada uno se fue a su casa, aquí no hay nadie muerto, tranquilízate, has debido dormir mal. ¿Cómo voy a ser una bruja? No digas tonterías, las brujas no existen. Ya somos adultas, coge tus cosas y te llevo a casa. - Las palabras tranquilizadoras de su amiga hacían que Dahia se calmase, comenzó a comprender que tal vez todo había sido un mal sueño.
  • Pero, ¿seguro? Están en la habitación de arriba, Sahira me das miedo.
  • Nos conocemos desde pequeñas, somos buenas amigas, te acuerdas de aquello de protegernos siempre, ya estoy aquí, no tienes que temer nada más.
  • No se Sahira, vamonos a casa, que he pasado muy mala noche.

   Fue entonces, cuando Dahia se relajo por fin. Buscó refugio en los brazos de su amiga, sintió alivio de que se acabase toda aquella pesadilla. Sahira no tuvo que hacer gran esfuerzo para absorber el alma ya abatida y rendida de su mejor amiga. No quería haberlo hecho, pero después de lo que había visto la noche anterior y por muy amiga que fuera, no podía dejar cabos sueltos.

jueves, 24 de abril de 2014

Parc de la Ciutadella

Los niños entorpecen mi búsqueda con sus chillidos agudos provocados por su ilusión ignorante. Aun así sigo adelante guiándome por las sensaciones, las que me produce un banco tras un tupido árbol, el ruido de los remos de una vieja barca al romper contra el agua, el mojón de perro que mancha la suela de mi zapatilla… Si me siento dos plazas más atrás lo escrito sería totalmente distinto. Si hoy no fuese noche de reyes y magia, mi dialogo con el papel sería otro. Si los timbales no golpeasen el silencio, mis palabras dibujarían algo diferente. En este proceso de creación influye la conversación de un hombre quejándose de la modelo pisando las flores y el malabarista pendiendo sobre la cuerda. Cada relato, cada trazo es único como únicas son las sensaciones de cada momento en mí. 

miércoles, 15 de enero de 2014

Salgo a la calle


Salgo a la calle, me mezclo con la manada, cada uno tiene sus problemas, pero no quiero saberlos, yo tengo los míos, no son más graves que los suyos, ni menos, pero son míos y los tuyos me dan igual. Ando entre vidas paralelas que se cruzan sin tocarse, ando sobre la calle mojada de tantas lágrimas que no puede absorber más, ni siquiera las mías que son las más importantes. Grito desesperado para que alguien me pise, y lo consigo, me pisas, y él a ti. De eso va toda esta mierda de llorar sobre las lágrimas ya caídas. No busco consuelo, pues solo encontraré la fría bota de acero rompiéndome los dientes de una hostia tremenda. Quizá sea duro pero aquí, en la ciudad, las cosas van así. Desearía escapar, salir de la cadena, dejar que las hienas os devoréis, pero no podemos, somos esclavos del sufrimiento, de la ira del de alado. Quiero escapar, y no puedo, una lágrima ha caído sobre mí, aunque no siento lástima por él, si pudiera le pisaría. ¡Sálvese quien pueda! La guerra ha comenzado y no hay escapatoria. Os odio y me odiáis, incluso os odiáis, solo tenéis que pausar un segundo y vernos desde una perspectiva diferente. Es la 1.23 de la madrugada, no tengo sueño, solo ganas de escribir lo que me pasa por la cabeza, no he debido de cagar bien hoy pues solo me pasa mierda. Un saludo, odiosos. Nos odiamos. 

lunes, 3 de junio de 2013

Entrevista a Jose Mujica

Había oído hablar de él, de su buen hacer, pero hoy me a sorprendido. Merece la pena dedicar media hora de nuestro día en escucharle y aprender de lo que dice. Me quedo con la libertad es tiempo.

domingo, 2 de junio de 2013

Tren en vía muerta. Introducción


Quizá ninguna ciudad es tan buscada para narrar un asesinato, ninguna como ella para darle un aura mística y melancólica. Ese ambiente de decadencia que se huele y se percibe en las orillas del Támesis, que embadurna las calles del viejo Lóndres. La bohemia urbe británica, ha sido, desde antaño, habitada por gentes venidas de todo el mundo, irlandeses en busca de una vida mejor, judíos avaros de dinero, rusos huyendo de la inestabilidad de su imperio, mezcolanza de culturas y colores, mezcolanza con el gris de sus paredes, de su niebla, de su frío invernal y de su sol rasante. Esta mezcla hace que las más variadas costumbres y formas de vivir y entender la vida se entrelacen, sucedan formando el escenario pintoresco, casi tétrico necesario para teatralizar un crimen. Tal vez la zona más famosa sean las barriadas de Whitechapel de finales del siglo XIX, con el más que conocido, Jack the Ripper, extraño entre los extraños, misterioso en el misterio, desconocido aun a día de hoy. La leyenda de Jack el Destripador tiene mucho de ello, de leyenda, pero ciertamente sus crímenes acaecieron, fueron cometidos en las callejuelas humeantes del este de Lóndres. Se teoriza sobre la muerte de Annie Chapman, inglesa de nacimiento, prostituta de profesión, otra de las muchas mujeres que encontraban en la vida pendenciera una salida a la miseria que les rodeaba, casada por la iglesia, madre de dos niñas y un chaval, físicamente presentaba complexión fuerte, incluso algo de sobrepeso, ojos azules y tez pálida, siglos a podría haber sido el estereotipo de belleza, como las grandes mujeres de los cuadros de Velázquez, pero también cuarta víctima de Jack el Destripador. Testigos declararon a Scotland Yard que vieron a Annie acompañada de un hombre bien vestido, de porte elegante, tal vez de alta cuna, por lo menos de recatada educación, de esos que hoy en día nos generan confianza. Así trabajaba Jack, en los bajos fondos de la ciudad, allí donde la moralidad se tambalea. Se acercó, charló con Annie, ella pensó en trabajo, en que le pagaría bien, pues parecía tenerlo, confió en él, salió con el de la seguridad que genera la acción en público, la mirada de la masa, se alejó con él, se fue con él. Fue su último error. Dicen de ella que padecía tuberculosis y algún tipo de demencia, el alcohol, su estilo de vida, su falta de esperanza le habían llevado a esta situación, pero  todos los sueños, los deseos de llegar a una vida mejor, de ver crecer a sus hijos, de hacer el amor con su marido, todos ellos quedaron brutalmente interrumpido, acabados, Jack los terminó. John Davies, cochero de profesión, como el marido de Annie encontró su cuerpo hacia las seis de la mañana del sábado ocho de septiembre de mil ochocientos ochenta y ocho. La declaración del médico que examinó el cuerpo da una idea de lo brutal del asesinato ‘El cuerpo estaba terriblemente mutilado...la rigidez del los miembros no era marcada, pero estaba empezando, claramente. (…)El abdomen había sido totalmente abierto: los intestinos, separados de sus ataduras mesentéricas, habían sido extraídos y colocados sobre el hombro de la víctima; en la pelvis, el útero y sus apéndices con la parte de arriba de la vagina y los dos tercios posteriores de la vejiga habían sido totalmente extraídos. No se encontró rastro de esa partes, y los cortes eran limpios, evitando el recto, y dividiendo la vagina de forma que se evitó cualquier daño a la cerviz uterina.’. Así acabo la vida de Annie Chapman. Hoy en día ya no existe ni siquiera su tumba. 

martes, 14 de mayo de 2013

Diario de un emigrante. El tiempo que viví con una puta

Toco el timbre, se oyen pasos, se abre la puerta, llega, casi no le da tiempo a darme un beso, la exaltación le puede, tiene algo que contarme. Le sigo inquieto por el pasillo, por el pasillo de siempre, llegamos a la cocina, allí están, tal vez más exaltados, mis compañeros de casa, parte de ello, sostienen un ordenador, no dan crédito a lo que ven, cuando me lo muestran yo tampoco.

Cuando volví a Londres después de unos días en casa, hablando en castellano, comiendo bien, disfrutando de los cariños de los seres queridos. Después de esos días, comenzó otra vez toda la odisea, busca trabajo, busca casa, comienza de nuevo, vuelta a los nervios anteriores, a sensaciones ya vividas y no precisamente placenteras. Pero con esfuerzo, constancia y mucho apoyo en los míos lo vuelvo a conseguir, incluso mejorar, mismo puesto de trabajo, ya conozco a los compañeros, ya conozco el trabajo, ya saben cómo trabajo, no me tengo que camelar al jefe, ya lo tengo engañado. Pero si, mejor sueldo, nunca pensé que subir un sueldo iba a ser tan fácil, y creo que nunca más lo volverá a ser. Seguía sirviendo mesas.

Nueva casa, nueva habitación, nuevos compañeros de casa. La mía era una habitación pequeña, muy pequeña, pero suficiente para mí y para mis pensamientos. El día que me enseñaron la casa pensé que estaba deshabitada, nadie se oía o se movía por allí. Pero luego fui descubriendo poco a poco a sus habitantes. Si en mi anterior morada entre mis compañeros contaba con chavales buscavidas, en mi situación con más o menos empeño, pero buscándose las habichuelas, en esta no, todos eran estudiantes, parecían tener más dinero, o por lo menos una idea más, como decirlo, decidida de machacarse por la vida. Primero le conocí, era grande, estudiaba un postgrado, en algo de letras, nunca llegue a comprender que era exactamente, pero le dedicaba horas, a eso y a hablar con sus amigas, lo que me recuerda al segundo, como no tenía muchos amigos por allí, hablaba conmigo, y con quien se pusiera delante, al principio me pareció simpático, hasta tenía una conversación interesante, luego fue tornando a monótono, todo era lo que él había hecho, lo que él tenía, y lo que él iba a hacer, más tarde se transformó en tedioso, no se callaba, no había forma de escapar, ni un resquicio, era implacable. Una vez conseguí huir de él, y tuve que pasar horas encerrado en mi cuarto, porque para salir había que cruzar la cocina donde él montaba guardia. Era portugués. Luego había una chica que siempre cocinaba cosas raras, supongo que para ellos sería raro lo que yo cocinaba. Parecía china, y no hablaba mucho, y como yo tampoco, pues nuestras conversaciones eran de lo más fluido. ‘Hello, how ‘re you?’ y poco más. Al de un tiempo descubrí que no era china, era india, pero debía ser de alguna región cercana a china y de ahí los rasgos achinados. Última persona que conocí, esta si era india, de verdad, con sus rasgos característicos y todo. Resultó ser puta.

Como casi todos los días cogí la ruta 113 desde mi Golders Green para bajarme unas diez paradas más allá, Swiss Cottage, recuerdo que llegue tarde, pero aun así, de los primeros, era un día duro, como todos los sábados. Lleno absoluto en el restaurante, la comida del nuevo chef, parecía gustar a la clientela tanto o más que la de él antiguo. Gente haciendo cola en la calle para cenar, y como no, nervios, en cocina, en la barra, los camareros no dábamos abasto. Una equivocación significaba mucho retraso, muchas quejas de los clientes, y la consiguiente severa reprimenda del ogro, mejor hacerlo bien a la primera. Quizá sea uno de los trabajos que más presión me ha hecho soportar hasta el día de hoy, recordaré esos momentos cuando este tirado en la cama. Aprendizaje para el futuro. Tenía un truco, ser un robot, aislarme de los gritos, de los nervios ajenos, a mí me sobraban propios, no necesitaba los de los demás. Y pensar en volver, en llegar a casa, en descansar en sus brazos, en dejarme mimar, dejarme querer. Todo llega, terminó la noche, tuvimos una buena cena, creo recordar que fue un jugoso murgh xacuti.

Salí a la negra noche londinense, busque mi autobús, lo paré, me subí. Todos los días me sentaba en la última fila del piso superior, buscando un lugar tranquilo donde sacar mi libro y sumergirme en sus líneas. Pero aquel día era diferente. Quizá presagiando lo que iba a pasar. El autobús venía repleto, mucho más de lo habitual. Además encontré un rostro conocido entre los viajeros agotados que ansiaban  llegar a sus casas. Conversé con él, el mundo es pequeño, incluso en una ciudad como Londres puedes cruzarte con una misma persona dos veces en la misma semana. The Vale, mi parada, me toca bajarme, la calle vacía y fría se ofrece a llevarme a casa, pero los pasos los doy yo. Ella me esperaba, siento gran pasión por ella, por nosotros, estoy enamorado de la idea, de ella también. La puerta frente a mí me saca de mis pensamientos. Toco el timbre, se oyen pasos, se abre la puerta, llega, casi no le da tiempo a darme un beso, la exaltación le puede, tiene algo que contarme. Le sigo inquieto por el pasillo, por el pasillo de siempre, llegamos a la cocina, allí están, tal vez más exaltados, mis compañeros de casa, parte de ello, sostienen un ordenador, no dan crédito a lo que ven, cuando me lo muestran yo tampoco. En la página web mi compañera, la de los rasgos indios, la de los horarios raros, la que acababan de expulsar de la casa, era scort de lujo, acompañante.

Cierto día vino un chico, abrió mi habitación, se extrañó y me preguntó por el baño. Otro coincidí con ella cuando estaba cocinando, lo hacía a menudo, se sorprendió, dijo que a ella también le gustaría cocinar, pero que tenía una vida social muy ajetreada, que no tenía tiempo. Cada dos días había flores nuevas en el jarrón de la cocina… ahora todo tiene una explicación. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Diario de un emigrante. Inglaterra


El día que llegué a Inglaterra. El funcionario de fronteras me pidió el pasaporte, le entregué el documento de identidad, lo miró, me miró, dio su conformidad, estaba en suelo inglés, era diecisiete de septiembre. Aún me quedaba mucho para encontrar Inglaterra.

Ha sucedido, fue el fín de semana, lo encontré, ingleses de verdad, de los de la piel rosada que muta a rojiza según avanza la noche y la ingesta de alcohol, de los de pelo rubio, de los de comer a cual guarrada mayor, de los de desayunar alubias, comer sándwich y cenar un buey entero a la hora de la merienda. De los que todos tenemos en la idea de estereotipo inglés. Él me ha invitado, por qué no iba a asistir, es una gran oportunidad, y quien sabe, quizá me quede, quizá sea el tren que pasa. Me lo planifique bien, quizá mejor de lo necesario. Solo es coger un tren en King Cross hacia Cambridge. La vieja y nostálgica King Cross, famosa entre famosas, será cosa de magia. Pero el problema, la piedra surgió antes de lo previsto, cerrada la Northern Line por reparaciones. Pues nada, crucé los pomposos barrios de Hamstead, sobre el nivel de la tierra, autobús de sustitución. Con el consiguiente retraso. Aunque salgas pronto de casa ya se encargará el karma de hacerte llegar tarde, frase que podría haber sido sacada de las pesimistas y graciosas leyes de Murphi. Pero no fue un tiempo baldío. Conocí cierta chica simpática, que… me dio conversación y me hizo ameno el viaje. Está bien era más bien una señora, casi ancianita, y la conversación no fue muy interesante, pero por lo menos era más entretenida que mi libro. Este libro no lo estoy leyendo, lo estoy sufriendo. Pero por mis cojones que lo acabo. Mientras viajaba me iban entrando las inseguridades, una a una, que me iba a encontrar, les entendería cuando me hablasen, me perdería en medio de Inglaterra sin dinero para volver, me violarían, bueno esta última era más bien un deseo.  Al final se cumplieron casi todas, pero todo a su tiempo. Llegué, tarde, llegué. Pregunté por la gente, me llevaron hasta ellos, y primera sorpresa, no eran cincuenta, ni sesenta, no iba a pasar desapercibido pues no llegaban a diez. Estaban cenando, yo tenía hambre, así que le eche morro y pedí un plato y me fui a por comida, pasando de charlar, lo primero es lo primero. Qué asco de cena, no había nada normal. Pavo cocido con salsa de grasa acompañado de grasa, me lo comí, total era comida, tipical british. No había estado aun en un restaurante que dieran comida inglesa, empezaba a pensar que no existía. Segunda incógnita fue resuelta tras la cena, en la sobremesa, en la conversación, que como todas se expusieron las claves para salvar el mundo, algo solo alcanzable por el razonamiento, oculto para las grandes mentes dirigentes de este nuestro mundo. Era cierto, no les iba a entender cuando me hablasen, los ingleses de verdad no hablan en inglés, hablan por sonidos inteligibles para el resto de los mortales. Ejemplo de ello fue mi compañero de cuarto, venido del norte de Gales, su nombre, aun a día de hoy desconocido, algo así como jkfsd, solo emitía un sonido continuo sin variaciones cuando hablaba, a lo que los demás especímenes de su especie respondían, pero yo era incapaz de entender. No fue toda la estancia igual, según fue avanzando fui distinguiendo palabra, incluso alguna frase completa. Al día siguiente sufrimos las primeras deserciones, el rarito, el que no había abierto la boca aún se marchó, huyo, echaba de menos a mama. Pudiera ser también que tuviera mejores cosas que hacer, no como yo. Desayuné, huevos con alubias, y sigo vivo. Conocimos la oficina, amplia, llena de mesas, de teléfonos y de gente trabajando. Comenzamos, era a lo que habíamos venido, lo anterior no fueron más que preliminares, sala de reuniones, o de formaciones, los que quedábamos alrededor de una mesa, la elfa explicaba, la entendía, por lo menos sabía de qué hablaba, quizá porque ya se me el mensaje, arreglamos el mundo. Para ser una elfa estaba algo rellenita, se ve que disfrutaba de la vida, aun así le hacía una cara interesante, diferente, de esas que gustan mirar, que generan confianza, algo básico para el trabajo que lleva a cabo. Su escote también ayudaba. Un día entero de reunión, no encajaba con lo que yo esperaba, mas saque muchas cosas positivas, muchos aprendizajes, y cerré una puerta, que puede ser algo que necesitaba, tal vez tenga demasiadas abiertas. Ejercite mi inglés, como los ejercicios del colegio en los que sales a hacer una exposición sobre un tema, pero sin prepararlo y cuando los demás van a otra cosa, creo que no será la última vez, me servirá en un futuro. Comí a las once y media, sándwiches, asquerosos, pero parecía un muerto de hambre, todos cogían uno, yo cinco, necesito mi comida del mediodía, no me acabo de fusionar con las costumbres isleñas. Me pagaron el billete, dos días viviendo de gorra, pensamiento muy patrio. Se acabó la reunión y hay fui yo el que deserte, no iba a seguir adelante, los supervivientes se dirigían a un destino incógnito  a convivir durante semanas, yo cumplí mi siguiente premonición, me perdí, estaba en el centro de Inglaterra, diluviaba, no tenía paraguas, no tenía dinero, no sabía cómo llegar a la estación donde coger el tren que me llevase de vuelta a Londres, la solución, preguntar, si, pregunté por una dirección, estaba desesperado. La vuelta no tuvo más misterio, no me perdí más, no encontré chicas interesantes en el tren, no me violaron y la línea de metro no estaba cerrada. 

martes, 5 de febrero de 2013

Diario de un emigrante. Conocerse

Sabes esos momentos en los que mandarías todo a la mierda, se acabó, dejas de luchar, te rindes, de buscar la felicidad como te han enseñado a buscarla, estudia una carrera, un master, idiomas, encuentra un trabajo bien pagado, donde desarrolles tu verdadera vocación y te llene como persona, encuentra una novia, guapa, inteligente, despampanante, divertida, cásate con ella, ten hijos y matate para que ellos tengan las mismas oportunidades de sufrir en el futuro que tú has tenido. Trabaja por encima de todo, con ello lo conseguirás, a base de esfuerzo y sacrificio llegarás a donde te propongas, siendo buena persona y esclavizado… una mierda!

¿Hacia dónde voy? ¿Por qué vivo en Londres? O bien porque he venido a terminar mi formación y aprender inglés enfrentándome por encontrar una ocupación decente, gastando lo mínimo, o bien porque huyo de algo, lo que es peor huyo de mí mismo. Soy cobarde y no me atrevo a afrontar una etapa que no sé cómo funciona, en la que me encuentro pato, en la que voy a fracasar varias veces hasta lograrlo. Vuelvo a España de forma definitiva. A echarle un par de huevos. 



domingo, 3 de febrero de 2013

Ante la falta de creatividad que experimento este último mes, y que se traduce en que llevo tiempo sin publicar nada cuelgo un vídeo que acabo de ver en el tablón de Kaditx y que viene resumiendo mis últimas ideas de la vida...

http://www.youtube.com/watch?v=RSUykLfEmVE

Espero que os haga reflexionar como a mi, gracias Kaditx.