El día que llegué a Inglaterra. El
funcionario de fronteras me pidió el pasaporte, le entregué el documento de
identidad, lo miró, me miró, dio su conformidad, estaba en suelo inglés, era
diecisiete de septiembre. Aún me quedaba mucho para encontrar Inglaterra.
Ha sucedido, fue el fín de semana,
lo encontré, ingleses de verdad, de los de la piel rosada que muta a rojiza
según avanza la noche y la ingesta de alcohol, de los de pelo rubio, de los de
comer a cual guarrada mayor, de los de desayunar alubias, comer sándwich y
cenar un buey entero a la hora de la merienda. De los que todos tenemos en la
idea de estereotipo inglés. Él me ha invitado, por qué no iba a asistir, es una
gran oportunidad, y quien sabe, quizá me quede, quizá sea el tren que pasa. Me lo
planifique bien, quizá mejor de lo necesario. Solo es coger un tren en King
Cross hacia Cambridge. La vieja y nostálgica King Cross, famosa entre famosas,
será cosa de magia. Pero el problema, la piedra surgió antes de lo previsto,
cerrada la Northern Line por reparaciones. Pues nada, crucé los pomposos
barrios de Hamstead, sobre el nivel de la tierra, autobús de sustitución. Con
el consiguiente retraso. Aunque salgas pronto de casa ya se encargará el karma
de hacerte llegar tarde, frase que podría haber sido sacada de las pesimistas y
graciosas leyes de Murphi. Pero no fue un tiempo baldío. Conocí cierta chica simpática,
que… me dio conversación y me hizo ameno el viaje. Está bien era más bien una
señora, casi ancianita, y la conversación no fue muy interesante, pero por lo
menos era más entretenida que mi libro. Este libro no lo estoy leyendo, lo
estoy sufriendo. Pero por mis cojones que lo acabo. Mientras viajaba me iban
entrando las inseguridades, una a una, que me iba a encontrar, les entendería
cuando me hablasen, me perdería en medio de Inglaterra sin dinero para volver,
me violarían, bueno esta última era más bien un deseo. Al final se cumplieron casi todas, pero todo
a su tiempo. Llegué, tarde, llegué. Pregunté por la gente, me llevaron hasta
ellos, y primera sorpresa, no eran cincuenta, ni sesenta, no iba a pasar
desapercibido pues no llegaban a diez. Estaban cenando, yo tenía hambre, así
que le eche morro y pedí un plato y me fui a por comida, pasando de charlar, lo
primero es lo primero. Qué asco de cena, no había nada normal. Pavo cocido con
salsa de grasa acompañado de grasa, me lo comí, total era comida, tipical
british. No había estado aun en un restaurante que dieran comida inglesa,
empezaba a pensar que no existía. Segunda incógnita fue resuelta tras la cena,
en la sobremesa, en la conversación, que como todas se expusieron las claves
para salvar el mundo, algo solo alcanzable por el razonamiento, oculto para las
grandes mentes dirigentes de este nuestro mundo. Era cierto, no les iba a
entender cuando me hablasen, los ingleses de verdad no hablan en inglés, hablan
por sonidos inteligibles para el resto de los mortales. Ejemplo de ello fue mi
compañero de cuarto, venido del norte de Gales, su nombre, aun a día de hoy
desconocido, algo así como jkfsd, solo emitía un sonido continuo sin
variaciones cuando hablaba, a lo que los demás especímenes de su especie respondían,
pero yo era incapaz de entender. No fue toda la estancia igual, según fue
avanzando fui distinguiendo palabra, incluso alguna frase completa. Al día
siguiente sufrimos las primeras deserciones, el rarito, el que no había abierto
la boca aún se marchó, huyo, echaba de menos a mama. Pudiera ser también que
tuviera mejores cosas que hacer, no como yo. Desayuné, huevos con alubias, y
sigo vivo. Conocimos la oficina, amplia, llena de mesas, de teléfonos y de
gente trabajando. Comenzamos, era a lo que habíamos venido, lo anterior no
fueron más que preliminares, sala de reuniones, o de formaciones, los que quedábamos
alrededor de una mesa, la elfa explicaba, la entendía, por lo menos sabía de qué
hablaba, quizá porque ya se me el mensaje, arreglamos el mundo. Para ser una
elfa estaba algo rellenita, se ve que disfrutaba de la vida, aun así le hacía
una cara interesante, diferente, de esas que gustan mirar, que generan
confianza, algo básico para el trabajo que lleva a cabo. Su escote también
ayudaba. Un día entero de reunión, no encajaba con lo que yo esperaba, mas
saque muchas cosas positivas, muchos aprendizajes, y cerré una puerta, que
puede ser algo que necesitaba, tal vez tenga demasiadas abiertas. Ejercite mi
inglés, como los ejercicios del colegio en los que sales a hacer una exposición
sobre un tema, pero sin prepararlo y cuando los demás van a otra cosa, creo que
no será la última vez, me servirá en un futuro. Comí a las once y media, sándwiches,
asquerosos, pero parecía un muerto de hambre, todos cogían uno, yo cinco,
necesito mi comida del mediodía, no me acabo de fusionar con las costumbres
isleñas. Me pagaron el billete, dos días viviendo de gorra, pensamiento muy
patrio. Se acabó la reunión y hay fui yo el que deserte, no iba a seguir
adelante, los supervivientes se dirigían a un destino incógnito a convivir
durante semanas, yo cumplí mi siguiente premonición, me perdí, estaba en el
centro de Inglaterra, diluviaba, no tenía paraguas, no tenía dinero, no sabía cómo
llegar a la estación donde coger el tren que me llevase de vuelta a Londres, la
solución, preguntar, si, pregunté por una dirección, estaba desesperado. La
vuelta no tuvo más misterio, no me perdí más, no encontré chicas interesantes
en el tren, no me violaron y la línea de metro no estaba cerrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario