jueves, 6 de diciembre de 2012

Diario de un emigrante. Vuelta

Enfrentarme al papel en blanco me da escalofríos. Casi lo emborrono para no verlo vacío. Esta bien, lo haré, garabatearé alguna conclusión y consecuencias de los casi tres meses que llevó en la isla, en la ciudad, tres meses sin ver el campo la naturaleza, solo asfalto y hormigón. Me agobia, quizá haga alguna locura.

Vine un 17 de septiembre, hacia frio, pero iba en pantalón corto. Alquile una, digamos, habitación. Busqué, encontré trabajo. Trabajé, sigo trabajando. Viví, disfrute de la noche. De compañía tuve gente de tantos sitios. Disfrute del día, sufrí del frio. Unos se fueron, otros quedan. De todos aprendí algo, de todos me molestó algo, de eso se trata la convivencia, no existe la persona adecuada. Son muchas las cosas que aprendo cuando viajo, cuando se viaja. Llevo ya cinco años y medio, desde que salí de mi casa, de la casa de mis padres, he aprendido muchas más cosas, y más útiles en estos cinco años que en los quince que me pase en el colegio, sin despreciarlos, pues ambos son parte de la persona que soy hoy en día. Cuesta ir dejando atrás amigos, buenos amigos, enemigos, hábitos, pero viajando, moviéndote aprendes a vivir. Pero no iba de esto el relato, no voy a aburrir con moralismos.

Me senté en esta silla, en esta casa, en esta morada improvisada. Después de los agitados y difíciles días iniciales la cosa ha cambiado, se han vuelto monótonos, del restaurante a casa, de casa al restaurante, dejar escapar el tiempo delante del ordenador. Me levanto, tarde, no me da por madrugar, no necesito la ayuda de Dios, por el momento. Remoloneo, porque puedo, y porque me gusta.  Bajo a la cocina, que hace las veces de salón también, y me preparo el desayuno, a veces como fruta, y aunque se de alguien que enojará, normalmente no lo hago. Café, robado a algún compañero, o té, propio, con galletas de jengibre, me he hecho adicto a esas galletas, y como a nadie más le gustan suelen durar en al cocina. Si alguien me acompaña en el desayuno solemos mantener interesantes conversaciones. Los temas son bastante variados, desde cual es el mejor tema de The doors a los perfectos pechos de la vecina, creedme son perfectos, y como no pasando por ‘in my country…’. Cuantas veces habré oído esa frase seguida de quejas, alabanzas, orgullo, tristeza, añoranza de boca de todos, sean de donde sean. Todos añoran la tierra que les vio crecer. Si nadie comparte mi desayuno me vuelvo a la habitación, y aquí empieza toda la variación de mi rutina. Dependiendo de mi estado de animo me pongo a buscar un trabajo en el ordenador, incluso algún día salí a su encuentro en la calle, pero nunca lo encontré. Si me encuentro más creativo ese día, escribo, leo, retoco fotos, lo público, y luego lo lees y lo ves. El día que me siento todavía más artista, ese es el día que no hago nada, veo series, navego por la red sin rumbo fijo, pierdo el tiempo muy artísticamente. Tras hacer el vago toda la mañana suelo skypear (debería ser esta una palabra ya admitida en el diccionario, por lo menos en el mío, pues la uso más que muchas otras), mi momento de conexión con el mundo, con los amigos, con los añorados, con los amados. Es un momento este de evasión, de dejar el inglés a un lado y volver a sentirme querido. Llega la hora de comer, le he cogido especial apego, me esta gustando mucho cocinar, y sobre todo que me salga cojonudo. Además es de las horas más calientes del día. Si por que con los fuegos encendidos la cocina coge temperatura. Luego suelo tener un par de horas que no sabría definirlas muy bien, suelo ver alguna serie, o buscar trabajo, o cosas muy variadas, hasta llegar a las cinco de la tarde, hora fatídica, toca ponerse las pilas, salir a la calle y ganarse el pan. Hace frio, las manos se me abren, maltratadas por el frio de la bicicleta y los productos del restaurante. Les vendrán bien unas vacaciones. Una vez pedaleo hasta swiss cottage comienza mi jornada laboral que se alarga hasta media noche. Tras lo cual, ceno, ceno muy bien, es uno de los puntos positivos de trabajar ahí, siempre ceno jodidamente bien, y mucho, lo que me impide irme a dormir, la barriga está llena, así que pierdo otro rato el tiempo frente al ordenador antes de irme a dormir, casi siempre escuchando a Wyoming o Buenafuente. Me da asco pasar tantas horas delante del ordenador, no es bueno, debería dejarlo, lo haré.


Pero todo esto ya se acabó, toca volver, a casa por navidad, como las buenas cosas. He aprendido mucho. Una experiencia increíble, que aspiro a volver a repetir en breve cambiando únicamente el nombre de la ciudad, perro con idéntica ubicación y aspiración.