lunes, 3 de junio de 2013
Entrevista a Jose Mujica
Había oído hablar de él, de su buen hacer, pero hoy me a sorprendido. Merece la pena dedicar media hora de nuestro día en escucharle y aprender de lo que dice. Me quedo con la libertad es tiempo.
domingo, 2 de junio de 2013
Tren en vía muerta. Introducción
Quizá ninguna ciudad es tan
buscada para narrar un asesinato, ninguna como ella para darle un aura mística
y melancólica. Ese ambiente de decadencia que se huele y se percibe en las
orillas del Támesis, que embadurna las calles del viejo Lóndres. La bohemia
urbe británica, ha sido, desde antaño, habitada por gentes venidas de todo el
mundo, irlandeses en busca de una vida mejor, judíos avaros de dinero, rusos
huyendo de la inestabilidad de su imperio, mezcolanza de culturas y colores, mezcolanza con el gris de sus paredes, de su niebla, de su frío invernal y de su
sol rasante. Esta mezcla hace que las más variadas costumbres y formas de vivir
y entender la vida se entrelacen, sucedan formando el escenario pintoresco,
casi tétrico necesario para teatralizar un crimen. Tal vez la zona más famosa
sean las barriadas de Whitechapel de finales del siglo XIX, con el más que
conocido, Jack the Ripper, extraño entre los extraños, misterioso en el
misterio, desconocido aun a día de hoy. La leyenda de Jack el Destripador tiene
mucho de ello, de leyenda, pero ciertamente sus crímenes acaecieron, fueron
cometidos en las callejuelas humeantes del este de Lóndres. Se teoriza sobre la
muerte de Annie Chapman, inglesa de nacimiento, prostituta de profesión, otra
de las muchas mujeres que encontraban en la vida pendenciera una salida a la
miseria que les rodeaba, casada por la iglesia, madre de dos niñas y un chaval,
físicamente presentaba complexión fuerte, incluso algo de sobrepeso, ojos
azules y tez pálida, siglos a podría haber sido el estereotipo de belleza, como
las grandes mujeres de los cuadros de Velázquez, pero también cuarta víctima de
Jack el Destripador. Testigos declararon a Scotland Yard que vieron a Annie
acompañada de un hombre bien vestido, de porte elegante, tal vez de alta cuna,
por lo menos de recatada educación, de esos que hoy en día nos generan confianza.
Así trabajaba Jack, en los bajos fondos de la ciudad, allí donde la moralidad
se tambalea. Se acercó, charló con Annie, ella pensó en trabajo, en que le
pagaría bien, pues parecía tenerlo, confió en él, salió con el de la seguridad
que genera la acción en público, la mirada de la masa, se alejó con él, se fue
con él. Fue su último error. Dicen de ella que padecía tuberculosis y algún
tipo de demencia, el alcohol, su estilo de vida, su falta de esperanza le
habían llevado a esta situación, pero todos los sueños, los deseos de llegar a una
vida mejor, de ver crecer a sus hijos, de hacer el amor con su marido, todos
ellos quedaron brutalmente interrumpido, acabados, Jack los terminó. John
Davies, cochero de profesión, como el marido de Annie encontró su cuerpo hacia
las seis de la mañana del sábado ocho de septiembre de mil ochocientos ochenta
y ocho. La declaración del médico que examinó el cuerpo da una idea de lo brutal del asesinato ‘El
cuerpo estaba terriblemente mutilado...la rigidez del los miembros no era
marcada, pero estaba empezando, claramente. (…)El abdomen había sido totalmente abierto: los
intestinos, separados de sus ataduras mesentéricas, habían sido extraídos y
colocados sobre el hombro de la víctima; en la pelvis, el útero y sus apéndices
con la parte de arriba de la vagina y los dos tercios posteriores de la vejiga
habían sido totalmente extraídos. No se encontró rastro de esa partes, y los
cortes eran limpios, evitando el recto, y dividiendo la vagina de forma que se
evitó cualquier daño a la cerviz uterina.’. Así acabo la vida de Annie Chapman.
Hoy en día ya no existe ni siquiera su tumba.
martes, 14 de mayo de 2013
Diario de un emigrante. El tiempo que viví con una puta
Toco el timbre, se oyen pasos, se
abre la puerta, llega, casi no le da tiempo a darme un beso, la exaltación le
puede, tiene algo que contarme. Le sigo inquieto por el pasillo, por el pasillo
de siempre, llegamos a la cocina, allí están, tal vez más exaltados, mis compañeros
de casa, parte de ello, sostienen un ordenador, no dan crédito a lo que ven,
cuando me lo muestran yo tampoco.
Cuando volví a Londres después de unos días en casa, hablando en castellano, comiendo bien, disfrutando de los cariños de los seres queridos. Después de esos días, comenzó otra vez toda la odisea, busca trabajo, busca casa, comienza de nuevo, vuelta a los nervios anteriores, a sensaciones ya vividas y no precisamente placenteras. Pero con esfuerzo, constancia y mucho apoyo en los míos lo vuelvo a conseguir, incluso mejorar, mismo puesto de trabajo, ya conozco a los compañeros, ya conozco el trabajo, ya saben cómo trabajo, no me tengo que camelar al jefe, ya lo tengo engañado. Pero si, mejor sueldo, nunca pensé que subir un sueldo iba a ser tan fácil, y creo que nunca más lo volverá a ser. Seguía sirviendo mesas.
Cuando volví a Londres después de unos días en casa, hablando en castellano, comiendo bien, disfrutando de los cariños de los seres queridos. Después de esos días, comenzó otra vez toda la odisea, busca trabajo, busca casa, comienza de nuevo, vuelta a los nervios anteriores, a sensaciones ya vividas y no precisamente placenteras. Pero con esfuerzo, constancia y mucho apoyo en los míos lo vuelvo a conseguir, incluso mejorar, mismo puesto de trabajo, ya conozco a los compañeros, ya conozco el trabajo, ya saben cómo trabajo, no me tengo que camelar al jefe, ya lo tengo engañado. Pero si, mejor sueldo, nunca pensé que subir un sueldo iba a ser tan fácil, y creo que nunca más lo volverá a ser. Seguía sirviendo mesas.
Nueva casa, nueva habitación, nuevos
compañeros de casa. La mía era una habitación pequeña, muy pequeña, pero
suficiente para mí y para mis pensamientos. El día que me enseñaron la casa
pensé que estaba deshabitada, nadie se oía o se movía por allí. Pero luego fui
descubriendo poco a poco a sus habitantes. Si en mi anterior morada entre mis
compañeros contaba con chavales buscavidas, en mi situación con más o menos
empeño, pero buscándose las habichuelas, en esta no, todos eran estudiantes,
parecían tener más dinero, o por lo menos una idea más, como decirlo, decidida
de machacarse por la vida. Primero le conocí, era grande, estudiaba un
postgrado, en algo de letras, nunca llegue a comprender que era exactamente,
pero le dedicaba horas, a eso y a hablar con sus amigas, lo que me recuerda al
segundo, como no tenía muchos amigos por allí, hablaba conmigo, y con quien se
pusiera delante, al principio me pareció simpático, hasta tenía una conversación
interesante, luego fue tornando a monótono, todo era lo que él había hecho, lo
que él tenía, y lo que él iba a hacer, más tarde se transformó en tedioso, no
se callaba, no había forma de escapar, ni un resquicio, era implacable. Una vez
conseguí huir de él, y tuve que pasar horas encerrado en mi cuarto, porque para
salir había que cruzar la cocina donde él montaba guardia. Era portugués. Luego
había una chica que siempre cocinaba cosas raras, supongo que para ellos sería
raro lo que yo cocinaba. Parecía china, y no hablaba mucho, y como yo tampoco,
pues nuestras conversaciones eran de lo más fluido. ‘Hello, how ‘re you?’ y
poco más. Al de un tiempo descubrí que no era china, era india, pero debía ser
de alguna región cercana a china y de ahí los rasgos achinados. Última persona
que conocí, esta si era india, de verdad, con sus rasgos característicos y
todo. Resultó ser puta.
Como casi todos los días cogí la
ruta 113 desde mi Golders Green para bajarme unas diez paradas más allá, Swiss
Cottage, recuerdo que llegue tarde, pero aun así, de los primeros, era un día
duro, como todos los sábados. Lleno absoluto en el restaurante, la comida del
nuevo chef, parecía gustar a la clientela tanto o más que la de él antiguo.
Gente haciendo cola en la calle para cenar, y como no, nervios, en cocina, en
la barra, los camareros no dábamos abasto. Una equivocación significaba mucho
retraso, muchas quejas de los clientes, y la consiguiente severa reprimenda del
ogro, mejor hacerlo bien a la primera. Quizá sea uno de los trabajos que más
presión me ha hecho soportar hasta el día de hoy, recordaré esos momentos
cuando este tirado en la cama. Aprendizaje para el futuro. Tenía un truco, ser
un robot, aislarme de los gritos, de los nervios ajenos, a mí me sobraban
propios, no necesitaba los de los demás. Y pensar en volver, en llegar a casa,
en descansar en sus brazos, en dejarme mimar, dejarme querer. Todo llega,
terminó la noche, tuvimos una buena cena, creo recordar que fue un jugoso murgh
xacuti.
Salí a la negra noche londinense,
busque mi autobús, lo paré, me subí. Todos los días me sentaba en la última
fila del piso superior, buscando un lugar tranquilo donde sacar mi libro y
sumergirme en sus líneas. Pero aquel día era diferente. Quizá presagiando lo
que iba a pasar. El autobús venía repleto, mucho más de lo habitual. Además
encontré un rostro conocido entre los viajeros agotados que ansiaban llegar a sus casas. Conversé con él, el mundo
es pequeño, incluso en una ciudad como Londres puedes cruzarte con una misma
persona dos veces en la misma semana. The Vale, mi parada, me toca bajarme, la
calle vacía y fría se ofrece a llevarme a casa, pero los pasos los doy yo. Ella
me esperaba, siento gran pasión por ella, por nosotros, estoy enamorado de la
idea, de ella también. La puerta frente a mí me saca de mis pensamientos. Toco
el timbre, se oyen pasos, se abre la puerta, llega, casi no le da tiempo a
darme un beso, la exaltación le puede, tiene algo que contarme. Le sigo
inquieto por el pasillo, por el pasillo de siempre, llegamos a la cocina, allí
están, tal vez más exaltados, mis compañeros de casa, parte de ello, sostienen
un ordenador, no dan crédito a lo que ven, cuando me lo muestran yo tampoco. En
la página web mi compañera, la de los rasgos indios, la de los horarios raros,
la que acababan de expulsar de la casa, era scort de lujo, acompañante.
Cierto día vino un chico, abrió mi
habitación, se extrañó y me preguntó por el baño. Otro coincidí con ella cuando
estaba cocinando, lo hacía a menudo, se sorprendió, dijo que a ella también le
gustaría cocinar, pero que tenía una vida social muy ajetreada, que no tenía
tiempo. Cada dos días había flores nuevas en el jarrón de la cocina… ahora todo
tiene una explicación.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Diario de un emigrante. Inglaterra
El día que llegué a Inglaterra. El
funcionario de fronteras me pidió el pasaporte, le entregué el documento de
identidad, lo miró, me miró, dio su conformidad, estaba en suelo inglés, era
diecisiete de septiembre. Aún me quedaba mucho para encontrar Inglaterra.
Ha sucedido, fue el fín de semana,
lo encontré, ingleses de verdad, de los de la piel rosada que muta a rojiza
según avanza la noche y la ingesta de alcohol, de los de pelo rubio, de los de
comer a cual guarrada mayor, de los de desayunar alubias, comer sándwich y
cenar un buey entero a la hora de la merienda. De los que todos tenemos en la
idea de estereotipo inglés. Él me ha invitado, por qué no iba a asistir, es una
gran oportunidad, y quien sabe, quizá me quede, quizá sea el tren que pasa. Me lo
planifique bien, quizá mejor de lo necesario. Solo es coger un tren en King
Cross hacia Cambridge. La vieja y nostálgica King Cross, famosa entre famosas,
será cosa de magia. Pero el problema, la piedra surgió antes de lo previsto,
cerrada la Northern Line por reparaciones. Pues nada, crucé los pomposos
barrios de Hamstead, sobre el nivel de la tierra, autobús de sustitución. Con
el consiguiente retraso. Aunque salgas pronto de casa ya se encargará el karma
de hacerte llegar tarde, frase que podría haber sido sacada de las pesimistas y
graciosas leyes de Murphi. Pero no fue un tiempo baldío. Conocí cierta chica simpática,
que… me dio conversación y me hizo ameno el viaje. Está bien era más bien una
señora, casi ancianita, y la conversación no fue muy interesante, pero por lo
menos era más entretenida que mi libro. Este libro no lo estoy leyendo, lo
estoy sufriendo. Pero por mis cojones que lo acabo. Mientras viajaba me iban
entrando las inseguridades, una a una, que me iba a encontrar, les entendería
cuando me hablasen, me perdería en medio de Inglaterra sin dinero para volver,
me violarían, bueno esta última era más bien un deseo. Al final se cumplieron casi todas, pero todo
a su tiempo. Llegué, tarde, llegué. Pregunté por la gente, me llevaron hasta
ellos, y primera sorpresa, no eran cincuenta, ni sesenta, no iba a pasar
desapercibido pues no llegaban a diez. Estaban cenando, yo tenía hambre, así
que le eche morro y pedí un plato y me fui a por comida, pasando de charlar, lo
primero es lo primero. Qué asco de cena, no había nada normal. Pavo cocido con
salsa de grasa acompañado de grasa, me lo comí, total era comida, tipical
british. No había estado aun en un restaurante que dieran comida inglesa,
empezaba a pensar que no existía. Segunda incógnita fue resuelta tras la cena,
en la sobremesa, en la conversación, que como todas se expusieron las claves
para salvar el mundo, algo solo alcanzable por el razonamiento, oculto para las
grandes mentes dirigentes de este nuestro mundo. Era cierto, no les iba a
entender cuando me hablasen, los ingleses de verdad no hablan en inglés, hablan
por sonidos inteligibles para el resto de los mortales. Ejemplo de ello fue mi
compañero de cuarto, venido del norte de Gales, su nombre, aun a día de hoy
desconocido, algo así como jkfsd, solo emitía un sonido continuo sin
variaciones cuando hablaba, a lo que los demás especímenes de su especie respondían,
pero yo era incapaz de entender. No fue toda la estancia igual, según fue
avanzando fui distinguiendo palabra, incluso alguna frase completa. Al día
siguiente sufrimos las primeras deserciones, el rarito, el que no había abierto
la boca aún se marchó, huyo, echaba de menos a mama. Pudiera ser también que
tuviera mejores cosas que hacer, no como yo. Desayuné, huevos con alubias, y
sigo vivo. Conocimos la oficina, amplia, llena de mesas, de teléfonos y de
gente trabajando. Comenzamos, era a lo que habíamos venido, lo anterior no
fueron más que preliminares, sala de reuniones, o de formaciones, los que quedábamos
alrededor de una mesa, la elfa explicaba, la entendía, por lo menos sabía de qué
hablaba, quizá porque ya se me el mensaje, arreglamos el mundo. Para ser una
elfa estaba algo rellenita, se ve que disfrutaba de la vida, aun así le hacía
una cara interesante, diferente, de esas que gustan mirar, que generan
confianza, algo básico para el trabajo que lleva a cabo. Su escote también
ayudaba. Un día entero de reunión, no encajaba con lo que yo esperaba, mas
saque muchas cosas positivas, muchos aprendizajes, y cerré una puerta, que
puede ser algo que necesitaba, tal vez tenga demasiadas abiertas. Ejercite mi
inglés, como los ejercicios del colegio en los que sales a hacer una exposición
sobre un tema, pero sin prepararlo y cuando los demás van a otra cosa, creo que
no será la última vez, me servirá en un futuro. Comí a las once y media, sándwiches,
asquerosos, pero parecía un muerto de hambre, todos cogían uno, yo cinco,
necesito mi comida del mediodía, no me acabo de fusionar con las costumbres
isleñas. Me pagaron el billete, dos días viviendo de gorra, pensamiento muy
patrio. Se acabó la reunión y hay fui yo el que deserte, no iba a seguir
adelante, los supervivientes se dirigían a un destino incógnito a convivir
durante semanas, yo cumplí mi siguiente premonición, me perdí, estaba en el
centro de Inglaterra, diluviaba, no tenía paraguas, no tenía dinero, no sabía cómo
llegar a la estación donde coger el tren que me llevase de vuelta a Londres, la
solución, preguntar, si, pregunté por una dirección, estaba desesperado. La
vuelta no tuvo más misterio, no me perdí más, no encontré chicas interesantes
en el tren, no me violaron y la línea de metro no estaba cerrada.
martes, 5 de febrero de 2013
Diario de un emigrante. Conocerse
Sabes esos momentos en los que
mandarías todo a la mierda, se acabó, dejas de luchar, te rindes, de buscar la
felicidad como te han enseñado a buscarla, estudia una carrera, un master,
idiomas, encuentra un trabajo bien pagado, donde desarrolles tu verdadera
vocación y te llene como persona, encuentra una novia, guapa, inteligente,
despampanante, divertida, cásate con ella, ten hijos y matate para que ellos
tengan las mismas oportunidades de sufrir en el futuro que tú has tenido.
Trabaja por encima de todo, con ello lo conseguirás, a base de esfuerzo y
sacrificio llegarás a donde te propongas, siendo buena persona y esclavizado…
una mierda!
¿Hacia dónde voy? ¿Por qué vivo en
Londres? O bien porque he venido a terminar mi formación y aprender inglés
enfrentándome por encontrar una ocupación decente, gastando lo mínimo, o bien
porque huyo de algo, lo que es peor huyo de mí mismo. Soy cobarde y no me
atrevo a afrontar una etapa que no sé cómo funciona, en la que me encuentro
pato, en la que voy a fracasar varias veces hasta lograrlo. Vuelvo a España de
forma definitiva. A echarle un par de huevos.
domingo, 3 de febrero de 2013
Ante la falta de creatividad que experimento este último mes, y que se traduce en que llevo tiempo sin publicar nada cuelgo un vídeo que acabo de ver en el tablón de Kaditx y que viene resumiendo mis últimas ideas de la vida...
http://www.youtube.com/watch?v=RSUykLfEmVE
Espero que os haga reflexionar como a mi, gracias Kaditx.
http://www.youtube.com/watch?v=RSUykLfEmVE
Espero que os haga reflexionar como a mi, gracias Kaditx.
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