Salgo a la calle, me mezclo con
la manada, cada uno tiene sus problemas, pero no quiero saberlos, yo tengo los
míos, no son más graves que los suyos, ni menos, pero son míos y los tuyos me
dan igual. Ando entre vidas paralelas que se cruzan sin tocarse, ando sobre la
calle mojada de tantas lágrimas que no puede absorber más, ni siquiera las mías
que son las más importantes. Grito desesperado para que alguien me pise, y lo
consigo, me pisas, y él a ti. De eso va toda esta mierda de llorar sobre las
lágrimas ya caídas. No busco consuelo, pues solo encontraré la fría bota de
acero rompiéndome los dientes de una hostia tremenda. Quizá sea duro pero aquí,
en la ciudad, las cosas van así. Desearía escapar, salir de la cadena, dejar
que las hienas os devoréis, pero no podemos, somos esclavos del sufrimiento, de
la ira del de alado. Quiero escapar, y no puedo, una lágrima ha caído sobre mí,
aunque no siento lástima por él, si pudiera le pisaría. ¡Sálvese quien pueda! La
guerra ha comenzado y no hay escapatoria. Os odio y me odiáis, incluso os
odiáis, solo tenéis que pausar un segundo y vernos desde una perspectiva
diferente. Es la 1.23 de la madrugada, no tengo sueño, solo ganas de escribir
lo que me pasa por la cabeza, no he debido de cagar bien hoy pues solo me pasa
mierda. Un saludo, odiosos. Nos odiamos.