Enfrentarme
al papel en blanco me da escalofríos. Casi lo emborrono para no verlo vacío.
Esta bien, lo haré, garabatearé alguna conclusión y consecuencias de los casi
tres meses que llevó en la isla, en la ciudad, tres meses sin ver el campo la
naturaleza, solo asfalto y hormigón. Me agobia, quizá haga alguna locura.
Vine
un 17 de septiembre, hacia frio, pero iba en pantalón corto. Alquile una,
digamos, habitación. Busqué, encontré trabajo. Trabajé, sigo trabajando. Viví,
disfrute de la noche. De compañía tuve gente de tantos sitios. Disfrute del
día, sufrí del frio. Unos se fueron, otros quedan. De todos aprendí algo, de
todos me molestó algo, de eso se trata la convivencia, no existe la persona
adecuada. Son muchas las cosas que aprendo cuando viajo, cuando se viaja. Llevo
ya cinco años y medio, desde que salí de mi casa, de la casa de mis padres, he
aprendido muchas más cosas, y más útiles en estos cinco años que en los quince
que me pase en el colegio, sin despreciarlos, pues ambos son parte de la
persona que soy hoy en día. Cuesta ir dejando atrás amigos, buenos amigos,
enemigos, hábitos, pero viajando, moviéndote aprendes a vivir. Pero no iba de
esto el relato, no voy a aburrir con moralismos.
Me
senté en esta silla, en esta casa, en esta morada improvisada. Después de los
agitados y difíciles días iniciales la cosa ha cambiado, se han vuelto monótonos,
del restaurante a casa, de casa al restaurante, dejar escapar el tiempo delante
del ordenador. Me levanto, tarde, no me da por madrugar, no necesito la ayuda
de Dios, por el momento. Remoloneo, porque puedo, y porque me gusta. Bajo a la cocina, que hace las veces de salón
también, y me preparo el desayuno, a veces como fruta, y aunque se de alguien
que enojará, normalmente no lo hago. Café, robado a algún compañero, o té,
propio, con galletas de jengibre, me he hecho adicto a esas galletas, y como a
nadie más le gustan suelen durar en al cocina. Si alguien me acompaña en el
desayuno solemos mantener interesantes conversaciones. Los temas son bastante
variados, desde cual es el mejor tema de The doors a los perfectos pechos de la
vecina, creedme son perfectos, y como no pasando por ‘in my country…’. Cuantas
veces habré oído esa frase seguida de quejas, alabanzas, orgullo, tristeza,
añoranza de boca de todos, sean de donde sean. Todos añoran la tierra que les
vio crecer. Si nadie comparte mi desayuno me vuelvo a la habitación, y aquí
empieza toda la variación de mi rutina. Dependiendo de mi estado de animo me
pongo a buscar un trabajo en el ordenador, incluso algún día salí a su
encuentro en la calle, pero nunca lo encontré. Si me encuentro más creativo ese
día, escribo, leo, retoco fotos, lo público, y luego lo lees y lo ves. El día
que me siento todavía más artista, ese es el día que no hago nada, veo series,
navego por la red sin rumbo fijo, pierdo el tiempo muy artísticamente. Tras
hacer el vago toda la mañana suelo skypear (debería ser esta una palabra ya
admitida en el diccionario, por lo menos en el mío, pues la uso más que muchas
otras), mi momento de conexión con el mundo, con los amigos, con los añorados,
con los amados. Es un momento este de evasión, de dejar el inglés a un lado y
volver a sentirme querido. Llega la hora de comer, le he cogido especial apego,
me esta gustando mucho cocinar, y sobre todo que me salga cojonudo. Además es
de las horas más calientes del día. Si por que con los fuegos encendidos la
cocina coge temperatura. Luego suelo tener un par de horas que no sabría
definirlas muy bien, suelo ver alguna serie, o buscar trabajo, o cosas muy
variadas, hasta llegar a las cinco de la tarde, hora fatídica, toca ponerse las
pilas, salir a la calle y ganarse el pan. Hace frio, las manos se me abren,
maltratadas por el frio de la bicicleta y los productos del restaurante. Les
vendrán bien unas vacaciones. Una vez pedaleo hasta swiss cottage comienza mi
jornada laboral que se alarga hasta media noche. Tras lo cual, ceno, ceno muy
bien, es uno de los puntos positivos de trabajar ahí, siempre ceno jodidamente
bien, y mucho, lo que me impide irme a dormir, la barriga está llena, así que
pierdo otro rato el tiempo frente al ordenador antes de irme a dormir, casi
siempre escuchando a Wyoming o Buenafuente. Me da asco pasar tantas horas
delante del ordenador, no es bueno, debería dejarlo, lo haré.
Pero
todo esto ya se acabó, toca volver, a casa por navidad, como las buenas cosas.
He aprendido mucho. Una experiencia increíble, que aspiro a volver a repetir en
breve cambiando únicamente el nombre de la ciudad, perro con idéntica ubicación
y aspiración.