lunes, 25 de abril de 2016

Vocación

           El humo del cigarrillo posado sobre el cenicero era el único movimiento en la habitación 312 del hotel Carlton cuando Juan entró. El reloj de pared marcaba las diez de la noche y la entrevistadora, sentada en una de las dos butacas negras junto a la ventana, leía su libro. La estancia grande y lujosa, como correspondía a sus éxitos, era el lugar idóneo para aquella única entrevista que iba a conceder. El olor del aire empezaba a viciarse por el humo del tabaco, así que pidió abrir la ventana y una suave ráfaga de aire dio comienzo a la entrevista cuando se sentó en la butaca opuesta.
  • Buenas noches Juan, quería comunicarle en mi nombre y en de la revista el honor que supone que nos conceda esta entrevista – Comenzó la entrevistadora, pero Juan enseguida le corto.
  • Por favor, vamos a hacer esto mucho más ameno, charlemos de tu a tu, ¿Me das un cigarrillo? - dijo fiel a su carácter cercano.
          Hablaron largo y tendido de su espectacular carrera periodística, repasaron sus años de corresponsal en el extranjero, sus los libros publicados y hasta el ejemplo que suponía su extensa trayectoria para las nuevas generaciones. La conversación fue distendida y jocosa hasta que tocó hablar de su padre. En ese momento la entrevista se torno seria, no le molestaba hablar del tema, pero siempre lo hacía con mucho respeto.

***

            Las ruedas del todoterreno avanzaban a gran velocidad sobre la arena pálida y fina del desierto de Rub al-Jali. Allí Pedro, disfrutaba de sus vacaciones en Arabia, la arena estaba ya en todas los recovecos, no solo de su cuerpo, sino también de su equipaje. Las diez de la mañana, el convoy de dos vehículos conducía al grupo de turistas a visitar las, según el guía, más alucinantes ruinas que habrían visto en la vida. Según él buscaban la ciudad perdida de Iram la de los pilares. No obstante, Pedro dudaba de aquel guía fanfarrón ya que había leído sobre dicha ciudad mentada en el Corán, pero nadie podía asegurar con aquella certeza que existía en realidad, por eso le llamaban la ciudad perdida, una especie de Atlantida de las arenas. Estaba engañandoles muy posiblemente, intuyó que se trataba de alguna engañifa para llevar turistas donde ellos no querrían ir. No era muy cómodo aquel coche, pero no buscaba comodidad, le encantaba viajar y escribir aquellos diarios de viaje, que conocían muy pocas personas, pero que para él eran verdaderas reliquias. Algún día tenía pensado publicarlos y dar a conocer al mundo todas sus aventuras. De repente el primer todoterreno frenó en seco y ellos, en el segundo, casi chocan tras un frenazo muy brusco. Había un camello muerto delante del convoy, en medio del camino y les impedía seguir adelante. Un disparo, todo el mundo al suelo, la señora alemana que viajaba con él comenzó a gritar, los agentes de seguridad que habían contratado sacaron sus armas. Tres coches se acercaron a toda velocidad en dirección opuesta y pararon bruscamente delante del camello. Los agentes de seguridad apuntaron con sus armas a los vehículos cuando otros tres coches se acercaron por detrás. Estaban rodeados. Al menos quince hombres armados salieron de los vehículos gritando y apuntando con sus armas al convoy. No hubo resistencia, no tenía ninguna posibilidad, pues eran tres guardias de seguridad con cuatro turistas asustados contra quince hombres armados.

               Les hicieron caminar por el desierto hasta un campamento oculto. Un lugar sencillo, como improvisado, puesto allí para ser desmontado rápidamente, unas lonas viejas y roidas sobre palos hacían de haimas donde pasaron la noche en cautiverio. Nadie durmió nada, estaban constantemente vigilados, los antes compañeros de viaje de Pedro se agolpaban unos contra otros buscando protección para sus temblorosos cuerpos, y nadie en el exterior sabría que estaban secuestrados. Pedro tuvo mucho tiempo par dominar sus nervios, comenzó terriblemente asustado y bloqueado, y una vez le hubieron llevado al campamento tuvo tiempo de racionalizar sus sensaciones, tomo valor para hacer frente a aquella situación. Tenía que hacerlo, por su hijo, por su mujer, aunque no le habían acompañado en ese viaje por los compromisos de ella, eran lo que más quería en ese mundo. Necesitaba ver crecer a su hijo, compartir sus sueños y desventuras, apoyarle en aquello que él quisiese conseguir, luchar por que encontrase una vocación en la vida que le hiciese feliz y transmitirle su amor por los viajes y la escritura. Le dio fuerzas para mantenerse concentrado y superar sus miedos y en un rato fue consciente que tendrían que salir de allí por sus propios medios. No podía fallar a su hijo. Hizo frio aquella madrugada, y entonces fue cuando un agente de seguridad comenzó a moverse lentamente en la penumbra, intentaba quedar fuera de la visión de los secuestradores. Pedro dudó, pero era la primera y quizá única oportunidad que tendría de salir de aquel infierno.

***

  • ¿Cúal fue la primera noticia que recibisteis?
  • Sonó el teléfono en casa, cogió mi madre, y al otro lado un funcionario del ministerio de exteriores le informó de que había indicios de que Pedro, su marido, podría haber sido secuestrado en su viaje, y que mandarían un coche para llevarnos a la sede del ministerio. - Juan continuó relatando aquellas impactantes primeras noticias – Una vez allí ya nos contaron más detalles. El encargado de seguridad del viaje, Hicham, había acudido esa mañana a primera hora para informar de que el convoy había sido atacado por un grupo armado.
***

           Mientras tanto en la embajada Hicham recibió una comunicación, uno de sus guardias había conseguido un teléfono, salir a escondidas del campamento y había llevado consigo a uno de los turistas. Ahí se cortó la comunicación. Enseguida se pusieron a trabajar, el primer paso estaba dado, pero aun quedaba lo más complicado, sacarles de aquel desierto. El plan del agente a quien pusieron al mando de la operación de rescate, consistía en que ambos llegasen por sus propios medios y con la ayuda telefónica a un pueblo cercano donde enviarían a un equipo capitaneado por Hicham, amplio conocedor de la zona y sus gentes, para traerles de vuelta. Con una operación de militares extranjeros en la zona no podrían adentrarse en el desierto, no enfrentándose a unos terroristas que conocían muy bien terreno y contaban con el apoyo de la población local. Segunda llamada, esta vez era Pedro, asustado, jadeante, muy nervioso.
  • ¡Le han disparado! Creo que esta muero, los tengo encima, me van a encontrar.
  • Pedro, estoy al mando de la operación de rescate, tenemos un plan para sacarle de ahí, pero necesito que se calme, que se concentre y siga mis instrucciones.
  • Rápido, ¿Qué hago?
  • Pedro, ya es mediodía, avanzar ahora es muy complicado, busque rapido un sitio donde esconderse, no le encontraran, y espere a la oscuridad para avanzar. Ahora apague el teléfono y cuando este oscuro vuelva a llamar y le daremos instrucciones.
          Así lo hizo y tras oscurecer volvió a comunicarse con la embajada. Tenía la fuerza y concentración necesaria para lograrlo, pero sus fuerzas empezaban a escasear, y los secuestradores no cejaban en el empeño de encontrarle, de vez en cuando les oía. Le aterraba la idea que le encontrasen.
  • Pedro, un grupo de apoyo le esta esperando en un poblado que debería estar al sur de su posición, según las informaciones de la agencia de seguridad debería estar a dos kilómetros, camine y cuando llegue al poblado busque el bazar de Hicham, es nuestro enlace allí y él te sacará.
  • De acuerdo
          Avanzó en el noche, estaba agotado y hambriento, pero parecía que por fin aquella macabra experiencia iba a acabar.
***
          Encendieron otro par de cigarrillos, la hora de tiempo que habían pactado para la entrevista ya había terminado, pero la periodista quería terminar aquella historia y Juan estaba dispuesto a recordarlo todo, su padre le había enseñado mucho de lo que sabía y le había dado la vocación de contar, por él se había hecho periodista:
  • Nos mantenían informados desde la embajada de que mi padre había escapado y que iba a ser evacuado en breves instantes. Por fin pudimos respirar tranquilos. Estábamos preocupados por el resto de rehenes, pero mi madre por fin se sentó aliviada en un sillón de la sala.
  • ¿Cuál fue la siguiente noticia que tuvieron de Pedro?
  • No hubo más noticias, no en aquella noche.

***

          Pedro entró en el bazar de Hicham, vió a Hicham, se relajo, lloró, toda la tensión que había soportado en las últimas treinta y seis horas le hizo caer sobre sus rodillas delante de Hicham derrotado, exhausto, pero contento de haber salido con vida de aquel infierno. Hicham le miró, sacó una foto del bolsillo interior de su cazadora. Coincidía, era el hombre que estaba esperando, recogió su arma y disparó a Pedro en la cabeza.

***

  • El resto del equipo de extracción estuvo esperando a mi padre y a la persona que había ido a buscarle al pueblo, pero nunca aparecieron. Hicham tenía ordenes de sus jefes de eliminar a mi padre, de no dejar que escapase, nos traicionó.
  • ¿Cómo te afecto el asesinato de tu padre?
  • Los primeros días sentí mucha rabia, quería ir allí, buscar a Hicham, y matarlo, tracé un plan para hacerlo. Estaba lleno de odio, no entendía como alguien podía realizar un acto tan mezquino, como se podía arrebatar una vida de forma tan ligera, sin remordimientos, sin el más mínimo atisbo de humanidad en su ser. El psicólogo me ayudo a canalizar la ira, pero no puedo perdonar lo que hicieron a mi padre.
  • ¿Y cómo influyó en tu carrera?
  • Fue el punto que me hizo decidirme. Cuando nos trajeron sus pertenencias pude leer todos sus artículos, eran extraordinarios, muy cultivados, llenos de aprendizaje, de vivencias, transmitían las ganas de conocer el mundo que él tenía. La verdad es que se expresaba mejor a través de sus textos que de palabra. De ahí surgió mi vocación de escribir, leyendo todos aquellos relatos, que cumpliendo su sueño, publiqué con su nombre. Y de su trágica muerte canalicé una rabia que me ha llevado a lo largo de mi vida a querer descubrir las verdades allá donde se ocultan y sacarlas a la luz. Así que el día que mi hijo publique mis artículos el mundo será un lugar algo mejor que el que conoció mi padre.


miércoles, 27 de enero de 2016

La fiesta

   Sahira entreabrió los ojos, estaba tumbada sobre su cama casi sin deshacer, se había acostado muy cansada la noche anterior, la fiesta de cumpleaños le había dejado exhausta. El rayo de luz solar que entraba por la ventana le molestaba sobremanera y dejaba a la vista una habitación oscura, con aire místico, casi embrujado. Todo estaba en su sitio, menos la ropa de la noche anterior, como siempre que volvía de un evento así últimamente, estaba hecha un ovillo en una esquina, manchada, siempre se ensuciaba más de la cuenta, pero no le preocupaba, más bien lo veía como una muestra de que había sido una noche provechosa.

   Dahia llevaba todo el día ilusionada con la fiesta de cumpleaños que le habían invitado, sobre todo por que se iba a reunir con amigos que no veía desde hace mucho tiempo, una de ellas, que no la única, era Sahira, su amiga de la infancia, hacia mucho tiempo que no coincidía con ella y últimamente no habían hablado mucho. Pero su relación cuando eran pequeñas había sido de mejores amigas, de prometer que se protegerían siempre, pero ya se sabe, eran cosas de crías, con la edad la vida les había separado. Fue entonces cuando sonó el móvil, era Sahira, sintió una ilusión fuerte al ver el nombre en el teléfono y se aceleró a contestar.
  • Hola Dahia, cuanto tiempo, ¿Cómo estas? Cuéntame que es de tu vida. - Comenzó Sahira la conversación con mucha alegría.
  • Pues muy bien, bueno, por donde podría empezar a contarte, ¿Nos vemos esta noche, no? Tendremos tiempo de hablar y ponernos al día.
  • Por eso te llamaba Dahia – interrumpió ya con menos entusiasmo Sahira – no creo que vaya a la fiesta, no tengo muchas ganas de ver a toda esa gente, me lo estoy pensando mucho.
  • Pero ¿Qué dices? Va a ser fantástica, todo el mundo va a ir, ¿Cómo vas a faltar? ¿Estas hablando en serio?
  • Si Dahia, amiga, no deberíamos ir.
  • Pues yo voy a ir Sahira, y me molesta lo que me estas diciendo. - Respondió ya inquieta
  • En serio, hazme caso Dahia, podemos hacer un plan tu y yo por otro lado, hay una obra en el teatro genial, he leído en el periódico que el actor principal esta de muerte en su papel. ¿No te parece mejor plan?
  • Yo quiero ir a la fiesta, si tu no quieres no vengas, pero es el mejor plan para hoy, y además tengo muchas ganas de ver a todos. Incluida a ti.

   Dahia comenzaba a mosquearse con la actitud de su amiga. ¿Por que no quería ir a la fiesta?¿Y por que no quería que fuese ella? Colgó el teléfono cabreada, pero un mal día de su amiga no iba a echar al traste la felicidad que le producía la idea de ir a la fiesta. Decidió que quedaría con ella mañana para preocuparse por lo que le podría pasar, por una vez que tenían un evento social interesante no lo iba a dejar pasar, seguro que Sahira lo entendería, siempre se habían entendido.

   Llego la noche, el lugar de la fiesta era perfecto, una casa apartada, con encanto y un embrujo muy propio para una noche como aquella. Y el tiempo acompañaba, al retirarse las nubes el lugar quedaba iluminado con la luz de la luna llena, corría una suave brisa y el olor a incienso, leve y agradable salía de las estancias interiores. Cuando Dahia llegó, saludó a varios amigos y conocidos que charlaban en el porche anterior, buscaba con la mirada a Sahira, la intuición ahora le decía que tal vez apareciera. Entró en la casa, era enorme, muchas estancias, muchas salas donde crear ambientes diferentes, cada uno que hiciese lo que quisiera en la sala que quisiera. Había bastante gente, entre la multitud surgió un antiguo novio del instituto, se alegró de verle, charlaron, bebieron, bailaron, cambio de pareja, su compañera de pellas en el colegio, que ahora tenía un puesto importante en una buena empresa, pasaron las horas, los chicos del equipo de fútbol del pueblo, seguían igual, con las mismas bromas de la adolescencia, pero no vio a Sahira. Salió su nombre en una conversación, alguien dijo que le había visto en la fiesta. La ilusión de verla volvió a Dahia. Fue en su busca, dió una vuelta por el oscuro patio trasero, donde alguna pareja ya intimaba, pero no estaba, se le ocurrió preguntar por ella, pero de repente no encontró a nadie conocido cerca, entró de nuevo en la casa, ni el novio del instituto, ni su compañera de pellas, ni los chicos del fútbol, no estaban allí, ¿Se habrían ido sin avisar? Salió a la puerta, pero los coches seguían allí, no se habían ido, dió un rodeo a ver si se los encontraba, pero nada. Se había despistado un momento y todos sus conocidos habían desaparecido de la fiesta, solo quedaba gente desconocida. Primero se enfado, pensó que se habían escondido sin decirle nada, además no encontraba tampoco a Sahira. Volvió a entrar en la casa a esperarles con el resto de la gente, y al abrir la puerta fue su sorpresa, allí no había nadie, el incienso seguía encendido, la música sonando, pero nadie por allí. Cruzó la estancia y salió al patio trasero por si habrían salido a observar la electrizante luna llena, ni siquiera estaba allí la pareja que antes se había cruzado. El enfado se convirtió en miedo, ¿Estaba sola en aquella casa perdida? Había desaparecido todo el mundo en cuestión de un momento. Entró corriendo, encendió la luz y, en ese preciso instante, escuchó un ruido que venía del piso superior, se apresuró a subir las escaleras, ya imagino lo que pasaba, se han escondido para darle una sorpresa al chico del cumpleaños y ella tan despistada dando una vuelta no se percató. Abrió la puerta de la primera habitación y allí no había nadie, le parecía una idea genial esperar al chico escondidas, abrió la segunda puerta, y ya por fin les encontró, estaban todos allí, incluida Sahira.

   Tras un rato observando ropa sucia, echa un ovillo, recordó a Dahia, debía encontrarla, resolver todo lo que había quedado sin explicación el día anterior. Cogió el coche, y condujo hasta su casa, llamo al timbre pero nadie respondió. No estaba allí. Llamó al móvil pero nadie respondió tampoco. Se comenzó a preocupar, quizá seguía en la casa de la fiesta. Condujo rauda hacia el lugar, pero antes de llegar encontró a alguien en la parada del autobús escondido tras un banco. Era Dahia, se habría quedado dormida esperando al bus de vuelta a casa.
  • Dahia! ¿Has pasado la noche aquí?
   Dahia se despertó de un salto, estaba asustada, le aterraba la visión de su amiga, intentó huir, pero acabó acorralada en un rincón. Sahira se acercó, le abrazó y le tranquilizó. Ya estaba menos asustada, ahora parecía confusa.
  • ¿Qué te pasa Dahia? ¿Por qué me tienes miedo?
  • Yo, te vi ayer, vi lo que hiscíste, vete de aquí. - Dijo Dahia titubeando, sin fuerza
  • Te has debido de quedar dormida mientras esperabas al autobús. Te llevo a casa.
  • Parecían todos muertos, tu los habías matado. Vete de aquí, a mi no me vas a hacer lo mismo, eres una bruja.
  • ¿Qué dices? No digas tonterías anda, has debido tener un mal sueño.
  • Pero, yo abrí la puerta de la habitación, y estaban todos tirados en el suelo, ninguno se movía, y tu estabas acabando con el último, estabas sobre él, y le absorbías la vida, eres una bruja.
  • Dahia! Reacciona!, tu me conoces, ayer bebimos mucho, y la fiesta se desfasó un poco, pero cada uno se fue a su casa, aquí no hay nadie muerto, tranquilízate, has debido dormir mal. ¿Cómo voy a ser una bruja? No digas tonterías, las brujas no existen. Ya somos adultas, coge tus cosas y te llevo a casa. - Las palabras tranquilizadoras de su amiga hacían que Dahia se calmase, comenzó a comprender que tal vez todo había sido un mal sueño.
  • Pero, ¿seguro? Están en la habitación de arriba, Sahira me das miedo.
  • Nos conocemos desde pequeñas, somos buenas amigas, te acuerdas de aquello de protegernos siempre, ya estoy aquí, no tienes que temer nada más.
  • No se Sahira, vamonos a casa, que he pasado muy mala noche.

   Fue entonces, cuando Dahia se relajo por fin. Buscó refugio en los brazos de su amiga, sintió alivio de que se acabase toda aquella pesadilla. Sahira no tuvo que hacer gran esfuerzo para absorber el alma ya abatida y rendida de su mejor amiga. No quería haberlo hecho, pero después de lo que había visto la noche anterior y por muy amiga que fuera, no podía dejar cabos sueltos.