miércoles, 27 de enero de 2016

La fiesta

   Sahira entreabrió los ojos, estaba tumbada sobre su cama casi sin deshacer, se había acostado muy cansada la noche anterior, la fiesta de cumpleaños le había dejado exhausta. El rayo de luz solar que entraba por la ventana le molestaba sobremanera y dejaba a la vista una habitación oscura, con aire místico, casi embrujado. Todo estaba en su sitio, menos la ropa de la noche anterior, como siempre que volvía de un evento así últimamente, estaba hecha un ovillo en una esquina, manchada, siempre se ensuciaba más de la cuenta, pero no le preocupaba, más bien lo veía como una muestra de que había sido una noche provechosa.

   Dahia llevaba todo el día ilusionada con la fiesta de cumpleaños que le habían invitado, sobre todo por que se iba a reunir con amigos que no veía desde hace mucho tiempo, una de ellas, que no la única, era Sahira, su amiga de la infancia, hacia mucho tiempo que no coincidía con ella y últimamente no habían hablado mucho. Pero su relación cuando eran pequeñas había sido de mejores amigas, de prometer que se protegerían siempre, pero ya se sabe, eran cosas de crías, con la edad la vida les había separado. Fue entonces cuando sonó el móvil, era Sahira, sintió una ilusión fuerte al ver el nombre en el teléfono y se aceleró a contestar.
  • Hola Dahia, cuanto tiempo, ¿Cómo estas? Cuéntame que es de tu vida. - Comenzó Sahira la conversación con mucha alegría.
  • Pues muy bien, bueno, por donde podría empezar a contarte, ¿Nos vemos esta noche, no? Tendremos tiempo de hablar y ponernos al día.
  • Por eso te llamaba Dahia – interrumpió ya con menos entusiasmo Sahira – no creo que vaya a la fiesta, no tengo muchas ganas de ver a toda esa gente, me lo estoy pensando mucho.
  • Pero ¿Qué dices? Va a ser fantástica, todo el mundo va a ir, ¿Cómo vas a faltar? ¿Estas hablando en serio?
  • Si Dahia, amiga, no deberíamos ir.
  • Pues yo voy a ir Sahira, y me molesta lo que me estas diciendo. - Respondió ya inquieta
  • En serio, hazme caso Dahia, podemos hacer un plan tu y yo por otro lado, hay una obra en el teatro genial, he leído en el periódico que el actor principal esta de muerte en su papel. ¿No te parece mejor plan?
  • Yo quiero ir a la fiesta, si tu no quieres no vengas, pero es el mejor plan para hoy, y además tengo muchas ganas de ver a todos. Incluida a ti.

   Dahia comenzaba a mosquearse con la actitud de su amiga. ¿Por que no quería ir a la fiesta?¿Y por que no quería que fuese ella? Colgó el teléfono cabreada, pero un mal día de su amiga no iba a echar al traste la felicidad que le producía la idea de ir a la fiesta. Decidió que quedaría con ella mañana para preocuparse por lo que le podría pasar, por una vez que tenían un evento social interesante no lo iba a dejar pasar, seguro que Sahira lo entendería, siempre se habían entendido.

   Llego la noche, el lugar de la fiesta era perfecto, una casa apartada, con encanto y un embrujo muy propio para una noche como aquella. Y el tiempo acompañaba, al retirarse las nubes el lugar quedaba iluminado con la luz de la luna llena, corría una suave brisa y el olor a incienso, leve y agradable salía de las estancias interiores. Cuando Dahia llegó, saludó a varios amigos y conocidos que charlaban en el porche anterior, buscaba con la mirada a Sahira, la intuición ahora le decía que tal vez apareciera. Entró en la casa, era enorme, muchas estancias, muchas salas donde crear ambientes diferentes, cada uno que hiciese lo que quisiera en la sala que quisiera. Había bastante gente, entre la multitud surgió un antiguo novio del instituto, se alegró de verle, charlaron, bebieron, bailaron, cambio de pareja, su compañera de pellas en el colegio, que ahora tenía un puesto importante en una buena empresa, pasaron las horas, los chicos del equipo de fútbol del pueblo, seguían igual, con las mismas bromas de la adolescencia, pero no vio a Sahira. Salió su nombre en una conversación, alguien dijo que le había visto en la fiesta. La ilusión de verla volvió a Dahia. Fue en su busca, dió una vuelta por el oscuro patio trasero, donde alguna pareja ya intimaba, pero no estaba, se le ocurrió preguntar por ella, pero de repente no encontró a nadie conocido cerca, entró de nuevo en la casa, ni el novio del instituto, ni su compañera de pellas, ni los chicos del fútbol, no estaban allí, ¿Se habrían ido sin avisar? Salió a la puerta, pero los coches seguían allí, no se habían ido, dió un rodeo a ver si se los encontraba, pero nada. Se había despistado un momento y todos sus conocidos habían desaparecido de la fiesta, solo quedaba gente desconocida. Primero se enfado, pensó que se habían escondido sin decirle nada, además no encontraba tampoco a Sahira. Volvió a entrar en la casa a esperarles con el resto de la gente, y al abrir la puerta fue su sorpresa, allí no había nadie, el incienso seguía encendido, la música sonando, pero nadie por allí. Cruzó la estancia y salió al patio trasero por si habrían salido a observar la electrizante luna llena, ni siquiera estaba allí la pareja que antes se había cruzado. El enfado se convirtió en miedo, ¿Estaba sola en aquella casa perdida? Había desaparecido todo el mundo en cuestión de un momento. Entró corriendo, encendió la luz y, en ese preciso instante, escuchó un ruido que venía del piso superior, se apresuró a subir las escaleras, ya imagino lo que pasaba, se han escondido para darle una sorpresa al chico del cumpleaños y ella tan despistada dando una vuelta no se percató. Abrió la puerta de la primera habitación y allí no había nadie, le parecía una idea genial esperar al chico escondidas, abrió la segunda puerta, y ya por fin les encontró, estaban todos allí, incluida Sahira.

   Tras un rato observando ropa sucia, echa un ovillo, recordó a Dahia, debía encontrarla, resolver todo lo que había quedado sin explicación el día anterior. Cogió el coche, y condujo hasta su casa, llamo al timbre pero nadie respondió. No estaba allí. Llamó al móvil pero nadie respondió tampoco. Se comenzó a preocupar, quizá seguía en la casa de la fiesta. Condujo rauda hacia el lugar, pero antes de llegar encontró a alguien en la parada del autobús escondido tras un banco. Era Dahia, se habría quedado dormida esperando al bus de vuelta a casa.
  • Dahia! ¿Has pasado la noche aquí?
   Dahia se despertó de un salto, estaba asustada, le aterraba la visión de su amiga, intentó huir, pero acabó acorralada en un rincón. Sahira se acercó, le abrazó y le tranquilizó. Ya estaba menos asustada, ahora parecía confusa.
  • ¿Qué te pasa Dahia? ¿Por qué me tienes miedo?
  • Yo, te vi ayer, vi lo que hiscíste, vete de aquí. - Dijo Dahia titubeando, sin fuerza
  • Te has debido de quedar dormida mientras esperabas al autobús. Te llevo a casa.
  • Parecían todos muertos, tu los habías matado. Vete de aquí, a mi no me vas a hacer lo mismo, eres una bruja.
  • ¿Qué dices? No digas tonterías anda, has debido tener un mal sueño.
  • Pero, yo abrí la puerta de la habitación, y estaban todos tirados en el suelo, ninguno se movía, y tu estabas acabando con el último, estabas sobre él, y le absorbías la vida, eres una bruja.
  • Dahia! Reacciona!, tu me conoces, ayer bebimos mucho, y la fiesta se desfasó un poco, pero cada uno se fue a su casa, aquí no hay nadie muerto, tranquilízate, has debido dormir mal. ¿Cómo voy a ser una bruja? No digas tonterías, las brujas no existen. Ya somos adultas, coge tus cosas y te llevo a casa. - Las palabras tranquilizadoras de su amiga hacían que Dahia se calmase, comenzó a comprender que tal vez todo había sido un mal sueño.
  • Pero, ¿seguro? Están en la habitación de arriba, Sahira me das miedo.
  • Nos conocemos desde pequeñas, somos buenas amigas, te acuerdas de aquello de protegernos siempre, ya estoy aquí, no tienes que temer nada más.
  • No se Sahira, vamonos a casa, que he pasado muy mala noche.

   Fue entonces, cuando Dahia se relajo por fin. Buscó refugio en los brazos de su amiga, sintió alivio de que se acabase toda aquella pesadilla. Sahira no tuvo que hacer gran esfuerzo para absorber el alma ya abatida y rendida de su mejor amiga. No quería haberlo hecho, pero después de lo que había visto la noche anterior y por muy amiga que fuera, no podía dejar cabos sueltos.

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